El primer Encuentro Nacional de Mujeres de Argentina fue en 1986. En aquel año se juntaron mil mujeres en el Teatro San Martín, en el centro de Buenos Aires. El horizonte entonces era todavía binario: se discutía con énfasis si los varones debían o no participar de estas reuniones. La democracia argentina era muy incipiente y muchxs de quienes participaban venían de la experiencia del exilio y la militancia en otros países latinos donde la lucha era mixta. Sin embargo, en este caso, se comprendió que se trataba de crear espacios para que las mujeres se alejaran de sus maridos y prescindieran de las tareas de cuidado. “La metodología grupal que utilizaron fue la autoconciencia o proceso de significación de la conciencia femenina. Allí comenzaron a hablar, a descubrir sus cuerpos, en el compartir de las experiencias vividas se dieron cuenta del valor político de estas experiencias”, explican Amanda Alma y Paula Lorenzo en el libro Mujeres que se encuentran.
Este año el Encuentro cumplió 34 años y, con conflicto y mucha resistencia, su nombre cambió de hecho: en todos los talleres se ratificó que a partir de ahora será “Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No-binaries”. La cita fue del 12 al 14 de octubre, un fin de semana completo en la Ciudad de La Plata, capital de la Provincia de Buenos Aires. A dos semanas de las elecciones presidenciales y tras un año de agenda feminista álgida, organizaciones de todo el país se reunieron durante tres días a debatir sobre más de 100 temas, entre ellos trabajo, política, justicia, sexualidades, identidades no-binarias, antiespecismo, cambio climático y educación sexual integral. El domingo por la tarde se convocó a una marcha que resultó ser la más masiva entre todas las marchas que se han hecho en la ciudad de La Plata y de los Encuentros: 500.000 personas salieron a la calle. Tres kilómetros de movilización.
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El sentido de los Encuentros se fue transformando en Argentina y estos se masificaron sobre todo en 2015, a partir de la convocatoria bajo la consigna #NiUnaMenos. Lo que comenzó siendo un hashtag en Twitter propuesto por un grupo de periodistas terminó convirtiéndose en una proclama global. Por eso en 2018 durante el debate por la legalización del aborto las movilizaciones en Argentina fueron acompañadas por más de 100 “pañuelazos” alrededor del mundo. Los feminismos que iniciaron en el sur del sur derribaron todos los obstáculos esperables y comenzaron a poner en la agenda internacional las narrativas de las luchadoras latinoamericanas. La economista y especialista en América Latina Lucía Convertí explica que “es importante reconocer la trascendencia y organización sabiendo que son las características de la sociedad argentina. Cada sociedad transita los cambios de forma distinta, no necesariamente en expresiones masivas”. Hay varias hipótesis acerca de por qué los movimientos sociales argentinos cobran dimensiones tan grandes, pero la principal se asocia con la tradición militante del peronismo y los movimientos de izquierda del siglo pasado. Esto, como explica la economista, no es una regularidad en todos los países de la región.
Para entender mejor qué convoca tanto de los feminismos argentinos, VICE conversó con mujeres y disidencias que viajaron desde distintas latitudes del mundo para formar parte del Encuentro.
Venimos de muy lejos
Ninthu Paramalingam, integrante del Comité Noruego de Solidaridad con América Latina, tiene 21 años. Vive y estudia en Oslo, pero sus papás son de Sri Lanka. Hizo una estadía en la Universidad de San Pablo y quedó “enamorada de los movimientos sociales latinoamericanos”. Viajó al Encuentro a pesar de no hablar español —sólo sabe un poco de portugués—. “Yo crecí en un país blanco con un feminismo blanco, que tiene como prejuicio que las mujeres latinas son todas víctimas. Sin embargo, mis problemas como hija de refugiados en Europa son mucho más parecidos a los de las mujeres latinas, africanas o asiáticas que a los de las mujeres blancas en Europa”, dijo.
“Mi mamá y yo, por ejemplo, estamos muy afectadas por los problemas de violencia sobre los que ustedes hablan. En Argentina las organizaciones hablan sobre los problemas reales y, sobre todo, el derecho a vivir. Eso es muy inspirador para mí”.
Para Ninthu es importante aprender cómo los feminismos argentinos incluyen a todas: “siempre luchan por no dejar a nadie afuera, tienen conciencia de clase, son consideradas con las otras, hablan sobre todas las opresiones”. Como activista feminista, su sueño era participar del Encuentro y ahora es llevar sus aprendizajes de vuelta a Oslo, donde espera poder replicar prácticas inclusivas. “Ustedes son todas luchadoras, es mentira que se comportan como víctimas. Yo ahora lucharé para que los estereotipos sobre ustedes sean destruidos”, agregó.
Espiar a las vecinas
A pesar de ser vecinos, Chile y Argentina guardan muchas diferencias. Pero los últimos años unieron mucho sus luchas feministas, sobre todo la del aborto legal. Es que en ambos países el aborto sólo está despenalizado bajo régimen de causales. Otra similitud tiene que ver con su situación política: ambos países tienen gobiernos neoliberales que han insistido en disipar las formas de organización regional. Valentina Olivares Gray, activista feminista chilena, explicó que “viajamos a aprender cómo se organizan, como reflexionan y cómo hacen para construir este nivel de movilización”.
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El año pasado el Encuentro convocó a 60 mil mujeres en Trelew y se estima que este año fue ocho veces más concurrido en La Plata. “Lo que más nos motiva es el compromiso que asumen [las feministas argentinas] con un sentido de urgencia: hacen de las causas feministas una forma de movilización en clave cultural incluyendo a todas las generaciones. Nos llama mucho la atención el contexto: fueron estos movimientos la principal oposición al gobierno de Mauricio Macri y realizan el Encuentro a dos semanas de las elecciones. Queremos ver cómo ha sido ese proceso, cómo ven las feministas las disputas en ese campo y cuáles son las alternativas que se están construyendo dentro y fuera de las instituciones para enfrentar los efectos de las derechas en América Latina”, explicó.
Del corazón de la región
Keyla Cáceres es activista feminista salvadoreña. Viajó con un grupo de compañeras desde Centroamérica. “Estamos organizando una red de mujeres jóvenes feministas, y nos convoca como tales un espacio histórico de organización feminista”. La realidad de los derechos de las mujeres y personas gestantes en El Salvador es muy complicada: tienen una de las leyes más restrictivas del mundo en relación al aborto. “Se prohíbe el aborto de manera absoluta, resultado de ello hay mujeres criminalizadas hasta con 40 años de cárcel y penas hasta de 50 años”, relató. “Nuestra lucha no es sólo la despenalización legal, sino también social”. La lucha por la legalización del aborto las interpeló en ese sentido: “[Las argentinas] llegan hasta las últimas consecuencias. Ha sido un ejemplo para las mujeres de América Latina, además de las campañas como #NiUnaMenos, que han movilizado a miles de mujeres y nos han llevado a reflexionar también a nosotras”.
Como activista, Keyla afirma que “las luchas feministas en todos los territorios son importantes, pero la fuerza con que han construido en Argentina al movimiento de mujeres jóvenes y adolescentes es una inspiración permanente”.
Por eso, para continuar tejiendo sus propias estrategias, se acercaron al Encuentro en La Plata. “Ver cómo se organizan cada año y logran sentarse a debatir cada tema por dos días es una estrategia que nos fortalece a todas las feministas. Nos gusta conocer cómo abordan temas que en mi país no estamos ni debatiendo. Eso nos atrae hasta aquí”.
Las calles vs. las instituciones
Alex Wichnewski es parte del #NiUnaMenos alemán (#KeineMehr) y se mudó recientemente a Buenos Aires impresionada por el poder de la movilización local. “Me encanta cómo el movimiento feminista argentino puede ser tan radical, anticapitalista, igualitario y masivo al mismo tiempo. En Alemania hay hace décadas políticas institucionales para ‘las mujeres’, pero recién hace unos años se logró que haya un movimiento en las calles”, dijo. Bajo la convocatoria del Paro Internacional de Mujeres en Berlín marcharon 30.000 personas este año, un número elevado para la cantidad de gente que suele movilizarse en protestas públicas.
La diferencia entre los feminismos latinoamericanos y europeos es evidente en el sentido en que la expresión de los feminismos en Alemania está asociado a las instituciones y a leyes que ‘garantizan’ derechos al mismo tiempo que los restringen, como es el derecho al aborto. El asombro de las feministas europeas es justamente ese: los decisiones se toman en asamblea en las calles, y no dentro del parlamento. “Es por eso que yo creo que el Encuentro es tan particular: no conozco otro espacio autónomo donde haya tanto tiempo para discutir y debatir como este”, explicó Alex.
Las redes latinoamericanas
Una cosa es segura: los feminismos latinoamericanos tienen una mirada interseccional que reúne muchas de las demandas de otros sectores. Por eso el debate sobre el nombre oficial del Encuentro generó tanta polémica: ni ‘nacional’ ni ‘mujeres’ parecen ser ya categorías que abarquen la diversidad que caracteriza a estas reuniones.
Clemen Bareiro es comunicadora feminista y forma parte del proyecto “Emancipa” junto a colegas en Argentina y Chile. Este año viajó por segunda vez al Encuentro. Su primera experiencia fue en Chaco, en 2017. “Somos muchas las paraguayas que participamos de los encuentros, porque también se suman las migrantes paraguayas que viven en Argentina. Hay una colectividad muy importante para nosotras aquí”, explicó, rescatando que en Buenos Aires viven un millón y medio de migrantes del Paraguay.
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La situación con las políticas de género en el país sudamericano es complicada debido a una fuerte avanzada de los grupos “antiderechos”, colocados directamente en el Gobierno. Como ilustra Clemen: “el ministro de Educación anterior prohibió la utilización de la palabra género en cualquier material educativo, y el actual prohibió las guías para docentes sobre educación sexual integral”. Además este año el Congreso se declaró provida y a favor de “la familia tradicional”.
Pero con el impulso de los movimientos en países vecinos hay esperanza. “Argentina siempre fue un país que nos acogió a las y los paraguayos. Su lucha siempre nos llegó de rebote y siempre nos marcó un poco. No es que haya una dependencia, sino que nos anima a generar debates”. En 2018, mientras se debatía la legalización del aborto en el Congreso de la Nación en el centro de Buenos Aires, las feministas paraguayas lograron la movilización a favor del aborto más masiva de su historia, reuniéndose dos veces en las puertas de la embajada argentina.
El cambio de nombre de "Nacional de Mujeres" a "Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans y No-binaries” es un gran avance, según Clemen, porque “nos convoca a intercambiar, debatir, discutir, conocer, escuchar otras experiencias. Nos parece muy genial el cambio: sabemos que somos de todas partes, y que no todas somos mujeres”. Como miles de las personas que se acercaron a La Plata y que participaron de la marcha, una de las frases de Clemen queda rebotando como cantito resacoso de una movilización masiva: “a nosotras lo que verdaderamente nos convoca es la convicción de que América Latina va a ser toda feminista. La territorialidad no es un tema para nosotras”.
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