Durante los últimos quince años, la sociedad chilena ha sido continuamente agitada por distintas movilizaciones protagonizadas por jóvenes. En 2001 tuvo lugar la primera movilización de masas liderada por los estudiantes secundarios desde la vuelta a la democracia: El Mochilazo consistió en la lucha por el derecho de los estudiantes al transporte público, gratuito y garantizado por el Estado. Luego, en 2006, La Revolución Pingüina luchó de nuevo para reformar la educación, exigiendo pases de viaje en autobuses, una educación de calidad y el fin de municipalización de la educación subsidiada. Más tarde, en 2011, se dio La Revuelta: fueron de nuevo los estudiantes y los jóvenes quienes se organizaron para compartir y visibilizar un cúmulo de frustraciones que afectaban a distintos sectores de la sociedad. Es eso lo que también hoy resulta decisivo en las calles chilenas.
"No es por 30 pesos, es por 30 años de abuso" se escucha desde el 6 de octubre en varias ciudades de Chile. Con esta frase estalló la crisis social que colocó al país en estado de emergencia. El presidente Sebastián Piñera anunció que estaban en guerra contra la sociedad, luego manifestó que realizará un acuerdo donde participarán únicamente los partidos políticos. “El problema principal es que los partidos políticos no representan a nadie, son la ciudadanía y las organizaciones sociales las que tienen que estar presentes en ese acuerdo, son los jóvenes los que están haciendo el cambio”, dice al respecto Raúl Zarzuri.
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Zarzuri es profesor de la Escuela de Sociología en la Universidad Academia de Humanismo Cristiano, experto en cultura juvenil y autor del artículo “Notas para una aproximación teórica a nuevas culturas juveniles: las tribus urbanas”. En esta ocasión lo contactamos para conversar sobre el rol protagónico de los jóvenes chilenos en las movilizaciones y cómo ellos actualmente son los que constituyen un acto de “desobediencia debida”.
VICE: ¿Por qué decís que los jóvenes lograron el cambio que el mundo adulto no?
Zarzuri: En el caso Chile, con el llamado retorno a la democracia, todas las movilizaciones que hemos tenido y los grandes cambios dentro de la sociedad han sido comandados por jóvenes: El Mochilazo, El Movimiento Pingüino, La Revuelta y también el año pasado con el Mayo Feminista —la rebelión contra el patriarcado desde las instituciones universitarias—. Cada una de esas acciones fue comandada por jóvenes, incluida la de la semana pasada. Ellos han sido el eje de poder tener una conciencia crítica que el mundo adulto no ha tenido. Las veces que el mundo adulto ha reclamado por ciertas cuestiones, luego se ha conformado rápidamente con lo que el Estado pueda ofrecer mediante un arreglo. Entonces es importante preguntarnos hasta dónde llega la demanda, hasta dónde llega la protesta, hasta dónde el Estado nos puede dar una posible solución. Evidentemente hoy vemos cómo los jóvenes no tienen miedo y no se conforman tan rápido.
¿Cuáles son las diferencias de lucha que hay entre jóvenes y adultos en Chile en este momento?
En este caso, si bien los jóvenes han comenzado con demandas sectoriales —como por ejemplo mejor calidad de educación, universalizar la educación terciaria y poder poner freno al sexismo—, han logrado que después se transformen en una crítica al sistema completo. Eso es lo distintivo entre las manifestaciones de los jóvenes en relación con el mundo adulto. El alza de 30 pesos es la punta del iceberg de todas las desigualdades sociales que se viven Chile, y ellos son conscientes de eso.
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Actualmente son los jóvenes quienes conviven con ese tipo de situaciones. Son los hijos e hijas de familias enteras quienes sufren el alza del transporte.
¿Por qué pensás que son los jóvenes quienes reaccionan así cuando se trata de un detonante que afecta a toda la sociedad?
Es que no son solo 30 pesos, son 30 años de abuso. La base de nuestra democracia no tiene como eje un Estado que proteja los derechos sociales, es una democracia que vive hace años con una crisis en el sistema de salud y con trabajos precarizados. Claro que esto no repercute sólo a los jóvenes, pero son ellos quienes se ven como los hijos de una familia afectada por el alza del transporte, afectada por sueldos escasos, son ellos quienes ven que sus padres ganan menos de 400.000 pesos chilenos por mes (550 dólares aproximadamente) cuando el mínimo está a 300.000. Entonces son ellos quienes construyen movimientos políticos basados en su contexto. Muchos no lo ven como un acto político, pero sí lo es. Esa politicidad va a generar cambios en una estructura.
¿Notas más valentía en esta generación o es que no vivieron una dictadura?
Los jóvenes no vivieron el pasado. Por eso le he pedido perdón a mi hija de diecisiete años, le pedí perdón por hacerle vivir lo que pensábamos que jamás volvería a ocurrir en Chile. La persecución, los toques de queda, la violencia, todo eso es impactante para una generación que ya pasó por eso. Por otro lado, esa falta de pasado hace que los chicos y chicas de hoy sean valientes. A las doce del mediodía veía a los estudiantes universitarios reunirse en el punto céntrico de Santiago, lograron conformar una movilización muy grande junto a otros sectores dentro de la ciudad. Ellos no tienen miedo, ni a los militares ni a las balas; se enfrentan de tú a tú, mi generación jamás haría eso hoy.
¿Esa es la principal causa de la brecha generacional en la manifestación?
Sin duda. Haber tenido la experiencia previa a una lucha y enfrentamiento con los militares hoy te predispone de una manera diferente. Son los jóvenes los que están llevando esto adelante y no es algo menor, estamos viviendo el primer estallido social es este país, es un momento raro en la historia de Chile, lo que estamos viviendo ahora no pasó jamás en nuestra historia. Estamos viendo cómo la emergencia está construyéndose desde abajo, no imponiéndose desde arriba. Estamos observando cómo una política que estaba oculta en el subterráneo emerge como una erupción volcánica. Solo esperemos ser cuidadosos con los resultados finales, no nos olvidemos de cómo terminó La Primavera Árabe, el 15M en España: empezaron y ahora los gobierna la derecha. Hoy no sabemos cómo va a terminar, cómo detona una nueva forma de política.
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