Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Hay alrededor de 170,000 millones de galaxias en el universo observable y a medida que la tecnología de nuestros telescopios mejore, los humanos probablemente descubrirán mil millones. Las galaxias como la nuestra pueden contener alrededor de 200,000 millones de planetas y estrellas. Inevitablemente, algunos de esos mundos celestiales son capaces de crear y nutrir la vida inteligente. De hecho, para algunos astrónomos, la pregunta no es si existen extraterrestres, sino cuántos millones de especies extraterrestres inteligentes diferentes existen.
Con tantas formas posibles de vida avanzada por ahí, la pregunta obvia es: ¿por qué los humanos siguen sin contactarlas? Este famoso enigma se llama la paradoja de Fermi.
Hay al menos una decena de respuestas convincentes a la Paradoja de Fermi, pero solo unas pocas profundizan en la comunicación de civilizaciones extraterrestres, algo que debe existir de alguna forma para que podamos notarlas. Ninguna de las respuestas sobre la comunicación discute adecuadamente lo que le sucede al lenguaje extraterrestre en una explosión de inteligencia acelerada, que es lo que debe ocurrir para que puedan avanzar lo suficiente para contactarnos.
Los humanos de hoy en día —y presuntamente otras especies inteligentes avanzadas— se encuentran por lo general en un estado de crecimiento tecnológico y evolutivo exponencial. Es posible que ese crecimiento no refleje perfectamente la Ley de Moore (donde las velocidades de los microprocesadores se duplican aproximadamente cada 24 meses), pero probablemente estén en algún punto cercano.
Este crecimiento tecnológico conduce a un solo lugar: la Singularidad, un estado de existencia tan avanzado que los humanos pueden nombrarlo pero no describirlo adecuadamente. Es un lugar que trasciende la comprensión que nuestros cerebros de 1.3 kilos pueden llegar a obtener, un lugar donde el progreso en el último minuto de existencia podría representar más progreso que toda la historia combinada antes. Y todos los alienígenas inteligentes terminan en la Singularidad.
Teniendo esto en cuenta, traten de no imaginar a los extraterrestres como los monstruos verdes y viscosos de una película de Hollywood. Una especie extraterrestre, incluso 100 años más avanzada que los humanos del siglo XXI, probablemente haya descartado sus cuerpos biológicos, considerándolos inestables y demasiado primitivos. En cambio, los alienígenas avanzados se fusionaron con las máquinas y se convirtieron en datos para satisfacer sus crecientes necesidades de superinteligencia.
Después de que los extraterrestres se adentraron en la Singularidad, probablemente descubrieron formas de influir y controlar átomos individuales, dándoles la capacidad de fusionarse y manifestarse como cualquier cosa en el universo. Entonces podrían estar en cualquier lugar y en todas partes.
Pero el punto clave aquí son esos 100 años adicionales de avance evolutivo. En nuestro caso, el final de esa línea de tiempo nos pondría a principios del próximo siglo. Lo llamaré la Ventana de Jethro, en honor al protagonista de mi novela futurista The Transhumanist Wager, porque hay un punto crítico en el tiempo desde donde nos encontramos hoy como humanos (que comienza con la invención del microprocesador) hasta el punto en que lleguemos a la Singularidad.
Aquí está la triste solución a la paradoja de Fermi: no hemos descubierto otras formas de vida porque el lenguaje y los métodos de comunicación en la Singularidad evolucionan con tanta rapidez que incluso en un minuto, toda una civilización puede transformarse y ser totalmente ininteligible. En un universo en expansión que tiene al menos 13,600 millones de años, esta transformación podría no terminar nunca. Esto significa que nunca tendremos más de unos segundos para entender o incluso notar a nuestros millones de vecinos. La naturaleza del universo —la naturaleza de la comunicación en un universo donde la inteligencia crece exponencialmente— es mantenernos siempre ignorantes y solos.
El único momento en que podemos descubrir otras formas de vida inteligentes es el periodo de 100 años de la Ventana de Jetro, y luego se requiere el milagro de que otra especie con un cronograma evolutivo similar esté buscándonos también en ese momento. Dado que el universo es tan gigantesco y tiene miles de millones de años, incluso con millones de especies extraterrestres, nunca las encontraremos. Nunca las conoceremos. Es una desafortunada certeza matemática.
Zoltan Istvan es un futurista, autor de The Transhumanist Wager.
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