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miércoles, 9 de octubre de 2019

Lost in translation: mutaciones de un lenguaje gráfico

"Este trabajo ya no es solo de mujeres". Con esta afirmación comienza la entrevista Arsenio Moya, un indígena wuonaan radicado hace un poco más de quince años en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá. Con la palabra trabajo se refiere a la tejeduría de jarrones en palma de werregue, considerados un ícono de las artesanías étnicas colombianas debido a la complejidad en su técnica. Arsenio lidera por medio de la innovación en el diseño de esta pieza artesanal a un pequeño grupo de mujeres wuonaan que forman parte de las más de ciento cincuenta familias desplazadas por la violencia que se encuentran radicadas en esta zona de la capital del país. Esta reubicación, no solo ha afectado su estilo de vida, sino que también está cambiando su legado sociocultural. Arsenio nos habla del pasado, para poder explicarnos el presente.

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Werregue con iconografía tradicional tejido por la comunidad wounaan en el territorio. Fotografía: Artesanías de Colombia.

Según relata, la comunidad indígena wounaan forma parte de las etnias más antiguas y mejor preservadas dentro del territorio nacional colombiano. Originariamente, se encuentra ubicada en resguardos protegidos que abarcan el sur del departamento del Chocó y que recorren el litoral del río San Juan hasta desembocar en el Océano Pacífico. Cuentan con una lengua autóctona, así como con sus propias reglas. Dentro del resguardo, la comunidad tiene total autonomía, jerarquías y economías propias. Esto debido en gran parte a la reforma constitucional que se llevó a cabo en Colombia en 1991. "Dentro del territorio —como lo llaman los wounaan— estábamos aislados y protegidos. Crecimos bajo nuestras costumbres y cosmovisiones. El problema fue cuando las fronteras que nos resguardaban se comenzaron a borrar", comenta Arsenio.

Arsenio, junto con Daisy, Albertina, Susana y Yésica se consideran víctimas de desplazamiento forzado a causa del conflicto armado en Colombia. El resguardo donde nacieron se encuentra entre el río y el mar, una ubicación idónea para las rutas de tráfico ilegal de drogas monopolizadas por grupos rebeldes y armados. "El día en que los vimos reclutando niños y mujeres a la entrada del resguardo fue el día en que comenzamos a salir de allá", cuenta Arsenio Moya.

Poco después lo siguieron las seis mujeres que trabajan con él y sus familias. En poco tiempo se convirtieron en una gran comunidad a la cual le tocó aprender a vivir una vida prestada. “Nuestro día a día se basaba en sembrar, recoger, casar y consumir el alimento diario, todo nos lo brindaba el territorio. Una vez solucionado el alimento básico, nos quedaba tiempo de tejer y estudiar. La venta del werregue era una entrada adicional y espontánea en la economía de la comunidad”, comenta Yesica Chaucarama. "Ahora, en la ciudad, nos toca pagar servicios, arriendos, hacer mercado. Los niños van al colegio. La venta del werregue ya no es una ganancia adicional. Es una necesidad y nuestro único sustento", agrega.

Ellas no son las únicas tejiendo para sobrevivir; la comunidad de indígenas desplazados crece cada día ya que, según ellos, la guerra nunca paró. En medio de una creciente competencia en una ciudad dura e impersonal, esta pequeña comunidad liderada por Arsenio tomó la iniciativa de innovar —en contra de las tradiciones wounaan— con los diseños que caracterizan los jarrones que venden en ferias artesanales. "En el territorio tejíamos representaciones gráficas, heredadas de generación en generación como un lenguaje no hablado de nuestros animales, ritos y costumbres, pero ya no vivimos allá. Ahora nos conectamos espiritualmente con el territorio, y desde aquí tejemos nuestra realidad", cuenta Arsenio.

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Si nunca se ha visitado Bogotá, es muy difícil codificar que está llena de ladrillos. Foto por: Mónica Barreneche.
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Estas versiones contemporáneas de werreges wounaan son una representación conceptual de su nuevo entorno. Bogotá es conocida por ser una ciudad de ladrillo. Un elemento que rodea y caracteriza su “nuevo territorio”. Foto por Mónica Barreneche.


Estas versiones contemporáneas de werreges wounaan son una representación conceptual de su nuevo entorno. Bogotá es conocida por ser una ciudad de ladrillo; la abstracción de este elemento que rodea y caracteriza su “nuevo territorio” llevó a este grupo a destacarse en medio de tanta oferta tradicional y étnica. Esta pieza, la primera en innovar con un diseño minimalista, los llevó a sobresalir en vitrinas comerciales internacionales. De manera inconsciente los acerca un poco más al público urbano, pues le "habla" en sus códigos.

Significar lo simple no es tan simple

Dentro de un contexto más cosmopolita, el ejercicio de codificar y decodificar un lenguaje por medio de la simbología es más común de lo que se cree. De hecho, este ejercicio de abstracción crea comportamientos tan básicos como frenar cuando vemos una luz roja, sin necesidad de que alguien nos diga PARE. Para el diseñador gráfico de origen bogotano Oliver Siegenthaler el éxito de este tipo de comunicación depende cien por ciento de que el emisor hable el mismo lenguaje que el receptor.

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Afiches de series de televisión por Albert Exergian. Imagen cortesía del autor.

En la comunicación gráfica un ejemplo de esto podría ser el trabajo del austriaco Albert Exergian y sus afiches icónicos de series de televisión. Para poder decodificar estas imágenes abstractas y minimalistas es necesario saber, por ejemplo, que el protagonista de Mad Men siempre llevaba un baso de wiski en la mano, los cuervos de Games of Thrones transportaban mensajes secretos envueltos en sus patas, o que MacGyver arreglaba todo con un clip. Si nunca se ha visitado Bogotá, es muy difícil codificar que está llena de ladrillos.

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Afiche de Mad Men por Albert Exergian. Imagen tomada de Exergian.
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Afiche de Mac Gyver por Albert Exergian. Imagen tomada de Exergian.

Si bien Siegenthaler, quien desde su estudio de diseño ha aportado en gran medida a la creación de una identidad gráfica local a través de diversas marcas de origen capitalino, afirma que para él el trabajo gráfico que está realizando la comunidad wounaan liderada por Arsenio no nace desde la comunicación, sino es más una representación artística, concuerda con que el camino de la abstracción simbólica es el mismo. “Uno valora la simplicidad del otro lado de la complejidad. Pero la simplicidad de este lado de la complejidad no vale nada. Para llegar a esa simplicidad, tienes que pasar por la complejidad”, añade.

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Arsenio Moya, indígena wuonaan radicado hace un poco más de quince años en Ciudad Bolívar, al sur de Bogotá. Foto por: Mónica Barreneche.

Ya sea por accidente, o por necesidad, el nuevo lenguaje gráfico de esta comunidad podría, mediante nuevos códigos, ser un paso para acercar a dos culturas que han tenido que convivir durante siglos, pero que nunca se han podido comunicar al hablar dos lenguas sin conexión alguna. “Con este tipo de piezas, de pronto nos ven más cercanos y nosotros nos sentimos menos lejanos”, finaliza Arsenio.

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