Este artículo forma parte de la serie Vivo de los muertos, co-creada con cerveza Indio, en la que exploramos historias de gente que se gana la vida gracias a la muerte.
En una lujosa funeraria en el poniente de la Ciudad de México, se pueden ver expuestos ataúdes de élite que podrían llegar a costarle a la familia del fallecido hasta un millón de pesos, puestos en orden meticuloso y celoso del espacio de cada uno. De pronto, dentro de ese mar de solemnidad estereotípica de las funerarias, aparece una pared de plantas falsas y, frente a ella, un ataúd hecho de mimbre que da la pinta de que el cuerpo será enterrado en una cuna: son ataúdes eco-friendly.
Tomar acción ante la crisis climática se ha convertido en, más que una idea, un deber moral. Cada vez más gente busca alternativas para reducir su huella en distintos aspectos de la vida cotidiana. Atendiendo esta coyuntura, las mexicanas Marina Sodi y Alejandra de la Parra se unieron para crear una alternativa viable y ecológica a la muerte: Zyanya. La empresa de eco-ataúdes está basada en la idea del eterno retorno de culturas prehispánicas, con la noción de que la muerte no es definitiva, sino que genera vida. Por eso, algunos de los ataúdes y urnas que ofrecen se convierten en árboles o corales para hospedar más seres vivos.
Hablamos con Mariana y Alejandra sobre el movimiento ecológico en industria funeraria y las proyecciones que tienen para poder hacer un producto masivo que llegue a cualquier estrato social.
VICE: ¿Cómo nació la idea de Zyanya?
Mariana Sodi: La empresa se creó en 2015, pero la idea nació hace rato. Llevó tiempo realizarla porque, aunque soy artista plástica, no sabía hacer ataúdes. Nace porque yo trabajaba como pintora y quería hacer una empresa que pudiera mantener mis ambiciones artísticas. Se me vino a la mente “la muerte”. Quería tener el sentido social, que siempre es en lo que he trabajado, y también ambiental. De ahí surgió el hacerlos totalmente a mano por comunidades artesanales mexicanas en diferentes lugares.
Empiezo a vender y después conozco una embalsamadora que me contó que, por los procesos que se hacen normalmente, los cuerpos no se biodegradan, por lo que me metí a un diplomado de necropsia y embalsamamiento. Aquí fue donde todo adquirió un panorama más grande con respecto al negocio que quería hacer.
Desde el aspecto social, ayudamos a las comunidades creando empleos e impulsando la artesanía mexicana. Desde el ambiental, son totalmente biodegradables: al final el producto se vuelve composta. Los creamos también para que al mismo tiempo que se vayan biodegradando, se generara composta y fuera el ambiente específico para que creciera vida. Ahí decidimos que no solamente no queríamos contaminar, sino que queremos reforestar o reconstruir los ecosistemas a partir de la muerte.
¿La creación de la empresa responde a algún estudio de qué tipo de contaminación hay o cuánta contaminación hay en esta industria?
MS: Sí, nos metimos a estudiar todo. Realmente la forma en la que nos enterramos ahorita termina de contaminar 300 años después de tu muerte, porque de lo que está hecho el ataúd es una lata gigante –o sea, no se degrada jamás– y aparte del cuerpo, el tratamiento que le hacen postmortem es puro químico. Entonces, te quedas petrificado hasta que abren el ataúd y le entra aire, cosa que genera una reacción química y te conviertes en polvo, pero este polvo es polvo químico —no materia orgánica— por lo que al final nunca regresas a ser parte de la naturaleza.
Alejandra de la Parra: Muchos pensarán que la cremación es lo más ecológico, pero no: les inyectan todo tipo de químicos y todos esos se van al aire. También si deciden echar las cenizas al mar o en algún río contaminan; es algo que la gente no tiene muy consciente porque nadie quiere pensar en eso, pero se tiene que hacer, porque ya los cementerios no se dan abasto. Después de cinco o siete años te sacan del cementerio, porque necesitan espacio. Hay una estadística de que hay 77 mil lugares libres en cementerios y se mueren 62 mil personas en la CDMX al año. Sólo con eso da para pensar las cosas.
¿La versión más ecológica de morir sería en un ataúd?
MS: Dependiendo del tipo de embalsamamiento que te hagan. Estamos buscando una opción para cambiar ese tipo de procesos implícitos. Por eso, pensamos no solo en no contaminar, sino en reconstruir el medio ambiente a partir de lo que sería natural. El ciclo de la vida.
¿Tienen alguna filosofía o religión respecto a la muerte con la cual se identifican que les ayude a llevar a cabo su trabajo?
MS: No tenemos, pero justamente eso nos ha ayudado muchísimo, y también a la gente que empieza a hacer este tipo de cosas, porque nosotros tenemos el concepto de la muerte como finito, y con esto te conviertes en un árbol.
Primero que nada, tu muerto significa algo que está vivo, y tienes tú que ser responsable de eso. Después tienes algo tangible. Al final tienes un árbol que representa a alguien importante para ti y lo puedes abrazar. Tanatológicamente ayuda a no sentir que se acabó, sino que hay otro tipo de vida.
En su rango de precios, ¿qué tan accesible es?
MS: Si lo compran a través de nosotros, es muchísimo más accesible, porque cada funeraria tiene su precio. Nosotros dividimos las ganancias: la mitad se va directamente a las comunidades artesanales y la otra mitad a que el negocio funcione.
AP: Más que ataúdes y urnas, son artesanías mexicanas.
Además del ataúd de mimbre, ¿qué otras opciones tienen?
MS: Tenemos urnas para el mar, que es una urna de sal en donde metes las cenizas. La metes al agua y la sal se va disolviendo. La base está hecha con un pH y una porosidad específica para volverse coral. Así, reconstruyes los arrecifes al tirar las cenizas al mar.
Tenemos urnas tejidas que se convierten en árboles. Hay para los animalitos, hechas con papel reciclable, que son como bombas de vida, porque vienen unos cubos que ya están preparados donde solo echas las cenizas y agua y crece tu planta.
¿Cómo piensan que un artefacto de élite como estos pueda causar un impacto ambiental verdaderamente serio?
MS: En realidad no es de élite, estamos en el rango medio (alrededor de $20,000 pesos una compra directa) pero también estamos trabajando con unos ataúdes de cartón que estamos haciendo que parezcan de madera, pero al final son de cartón y es más barato y biodegradable. Todavía lo estamos trabajando para que sea accesible para todos.
¿Ustedes hacen algún tipo de seguimiento después de vender el ataúd para saber en dónde enterrarlos?
MS: Se pueden enterrar en cualquier cementerio, pero la idea es el destino final sean los cementerios ecológicos que están empezando a florecer en Latinoamérica. Estamos trabajando actualmente para que, pronto, podamos abrir el segundo cementerio ecológico en México.
¿Qué es lo más difícil de dedicarse a esto?
MS: Lo mas fuerte fue cuando entré al diplomado de necropsia y embalsamamiento, ver todo lo que le hacen al cuerpo: en las necropsias sacan todo y lo hacen picadillo, el cual lo meten en una bolsa de basura para poder llenarlo de formol y, después, esa bolsa la meten al cuerpo y también las cobijas o las toallas con las que estuvieron limpiando el cuerpo, ponen unicel en el cerebro, al final es solo basura lo que están metiendo al cuerpo del fallecido.
AP: Esas son cosas que la gente no sabe y nadie pregunta, solo les interesa ver el cuerpo del muerto bonito en el ataúd pero no saben todo lo que contaminan, por eso fue que me interesó entrar en este proyecto.
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