En 2011 Josefina Licitra estaba en Uruguay escribiendo un perfil sobre Pepe Mujica. Entre las entrevistas a los conocidos del exmandatario no podía faltar el testimonio de Lucía Topolansky, su pareja y actual vicepresidenta de ese país, quien le comentó que ella había participado en la fuga planificada de un penal en Montevideo en la década del 70. Topolansky, junto a 37 compañeras más, ideó la Operación Estrella, un escape perfecto por las cloacas que conectaban la cárcel de mujeres con una casa; 1.400 metros de trabajo ininterrumpido. De ese encuentro surgió 38 estrellas: la mayor fuga de una cárcel de mujeres de la historia(Bordes), el cuarto libro de la periodista argentina. "Todo lo que se ve en el libro es real. No solo está basado en hecho reales”, dice Josefina.
Es que esta historia estaba olvidada: trascendieron otros episodios desde el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), pero no este. Josefina desarrolla en su libro dos hipótesis de por qué pudo haber pasado eso. La primera es que dos meses después de la fuga de las 38 mujeres sucedió la Operación Abuso, una fuga que protagonizaron 111 presos varones —la mayoría presos políticos— de la cárcel de Punta Carretas, con la misma intención de realizar la revolución. Cualquier episodio cercano quedaría opacado por este; de hecho, esta historia colocó al país, al menos por un tiempo, en El libro de Guinness de los récords. La segunda hipótesis se basa en que cualquier acontecimiento que tuviera a un grupo de mujeres como protagonistas podría livianizarse y ser llevado ni más ni menos como un tema de género; algo menor e intrascendente.
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Para situarnos en el tiempo, en el Uruguay de 1971 todavía no gobernaba la dictadura, pero tampoco faltaba mucho y el clima estaba servido. Las protagonistas del escape maestro fueron mujeres de 25 años aproximadamente, con antecedentes de militancia, con una vida amorosa resuelta y un futuro casi incompleto. Josefina no había nacido para ese entonces, pero cuarenta años después del episodio percibió que se trataba de una historia que no se podía dejar pasar.
38 estrellas es una crónica intachable que nos sumerge en la historia de esas jóvenes tupamaras que a través de la organización política buscaron patear el tablero para dejar de ser lo que las reglas del movimiento y, sobre todo, la penitenciaria les dictaban. En prisión, por ejemplo, no se las dejaba ni tomar mate porque las monjas decían que era provocativo.
Al preguntarle a Josefina sobre el proceso de escritura del libro me dice que primero surgió la fascinación por el tema y después una fase de evaluación de la relevancia que podía tener narrar la historia: "Era una fuga de mujeres con una línea dramática muy clara, un elemento policial que me resultaba seductor. Luego siguió evaluar los filtros: nadie había publicado al respecto, existía un silencio actual”.
En el prólogo escribe: “Busqué información en Internet, pero solo encontré un vacío. Una falta de datos que llevaba a pensar que el silencio de la gente con la que yo había hablado no era una condición circunstancial, sino el síntoma de otro silencio mayor, histórico, que había caído sobre aquel episodio”.
Josefina no solo narra en el libro lo que fue la mayor fuga de mujeres de una prisión en el mundo, sino que describe un movimiento de izquierda por dentro, con su peso político y social. Ella juega con un título que condice con varias cuestiones: 38 estrellas son las 38 mujeres que se escaparon de la cárcel. Por un lado, la estrella es el símbolo del Movimiento de Liberación Nacional - Tupamaros (hay que aclarar que no todas las mujeres que escaparon eran tupamaras, también participaron otras que estaban dentro del pabellón de presas políticas). Por otro, la estrella tiene una connotación femenina, es una figura humana que controla y domina los elementos.
“El libro lo empecé en el 2013, cuando los movimientos feministas todavía no estaban tan visibles. Además del condimento de que entre esas mujeres había una funcionaria muy importante como es la vicepresidenta de Uruguay, y mi historia personal, la historia de mis padres. Yo soy hija de esa generación que militó. Todo empezó siendo un ejercicio arqueológico, sacando toda la tierra de encima hasta ver lo que estábamos buscando”.
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Josefina logró entrevistar a quince mujeres. Algunas murieron en el camino; sin embargo, tuvo el beneficio de escuchar cómo muchas contaban esta historia por primera vez. “El recuerdo es intransferible, entonces algunos detalles no coinciden, pero lo rico era otra cosa, y eso también me gustó porque se relaciona con lo fresco que puede estar un relato. No es como cuando repetís una y otra vez la misma anécdota ante el periodismo. Se transformó en un relato imperfecto, en el mejor sentido”.
Su plan de trabajo y de reconstrucción fue tan detallado que le llevó tres años intensivos, entre entrevistas, viajes, pensar estructuras, líneas narrativas, pero la idea en sí, rondó los cinco años. “Estuve dándole vueltas para ver lo que había, ofrecí una crónica para un diario que se llama Piaui en Brasil y con eso pude financiar parte de un viaje y así pude ver más cosas”, cuenta.
“Yo soy bastante fría para trabajar; sé lo que quiero buscar, pero intento que el acercamiento sea lo más genuino posible. Intento no ser especulativa, aunque siempre se da esta relación con los entrevistados. Pienso la repregunta, no tengo mucho margen para emocionarme, porque si me emociono bajo la guardia y se me escapan cosas. Luego la escritura es otro momento bastante frío: si vos querés conmover no podés escribir desde ese lado, entonces escribo una versión más en caliente y después la edito bastante en frío. La emoción me agarra una vez que lo termino, la primera vez que lo leo, en ese momento sÍ me puedo emocionar, cuando ya corregí hasta las erratas, cuando lo puedo leer como lectora”.
“Es como jugar al estanciero: cuando arrancás comprás todas las provincias donde caes. Cuando empezás un libro es lo mismo: entrás en el caos y ves de a poco cómo ordenarlo; a mí eso me conmueve, me gusta, aunque también me lleva mucho trabajo. Hace veinticinco años que lo hago y hay algo que se volvió intuitivo, no creo que exista una ecuación para la historia perfecta, se trata del orden de la fascinación por un tema en concreto”.
Josefina no se centró en una misión de mujeres que resultó exitosa, sino en cómo también, un movimiento político, bajo un estado de democracia, tuvo tanta trascendencia en las decisión de un gobierno y sus vidas personales; esa serie de eventos marcaron la vida de estas mujeres y por supuesto su juventud.
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