Artículo publicado por VICE Argentina
Clubes de fans de celebridades: un concepto que nadie que no participe activamente de uno parece entender. Reuniones en parques, gritos histéricos y carpetas llenas de fotos recortadas son algunas de las cosas que se nos vienen a la mente en una primera mención. Pero las cosas cambiaron, y a su vez ¡no cambiaron nada! ¿Qué define a un fan auténtico?¿Qué valor tiene para el artista? ¿Es un trabajo, un hobbie, un acto íntimo?¿El fanatismo tiene más que ver con una apreciación de la obra, con el deseo, con la proyección?
Gabriela tiene 38 años e integra el club de fans de Luis Miguel “Tengo todo excepto a ti” desde la adolescencia. “Mi fanatismo por Luis Miguel viene desde el 88 cuando cantaba en la TV. El casete 1 Más 1 Dos Enamorados me lo regalaron para una navidad. Al primer recital fui a los 13 años, en Vélez, y a los 14 me sumo al fan club. Mi fanatismo pasaba porque me gustaba su forma de ser y sus canciones: y más adelante, de más grande me empezó a gustar físicamente. Es un ideal de hombre, el romanticismo puro para mí”, cuenta Gabriela.
¿A quién admiran?
En la era de las redes sociales y la multiplicación de pantallas, pasó algo curioso con los ídolos: se multiplicaron también. Porque Luis Miguel es Luis Miguel, Sandro es Sandro: son íconos de otro tiempo, cuando la estrella era sagrada, una en un millón, no disputaban su lugar con nadie más. Pero hay cada vez más canales, y cada vez más famosos.
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La reunión de personas en torno a una imagen, una creencia o una pasión es tan antigua como la humanidad. En el contexto del mundo pop el fenómeno se ha multiplicado: desde Los Beatles hasta Justin Bieber, pasando por las peñas de los grandes clubes de fútbol, hay tantos fan clubs en el mundo que sería difícil llevar cuenta de todos. Según Wikipedia, el más grande de América Latina es el de ¡Carlos Vives!, con sede en Argentina y subsedes en toda América Latina y USA.
¿Qué pasa cuando hay acceso al objeto de fanatismo?
A pesar de que los clubes hacen todo lo posible por "coincidir" o "compartir" algo de tiempo con su objeto de adoración, el componente platónico es parte fundamental de su práctica. ¿Qué pasa entonces con las celebrities accesibles, locales, más perfil bajo, los laburadores de la tele, lejos del modelo de divaje? El modelo se achicó y armar un club de fans para este tipo de ídolos parece tener aún mucho más sentido. Con la accesibilidad, la relación se construye desde un lado totalmente distinto: primero me intriga y siento que debería conocerlo, luego lo conozco personalmente, luego me hago fan (una palabra que solo parecen comprender realmente los que la habitan). Y con estrellas incipientes o tal vez no absolutamente masivas, son los fans (o potenciales) quienes identifican un lugar vacío ahí, como una necesidad a satisfacer, un espacio que necesita ser llenado.
¿Cómo se salta de la adoración a formar un club?
La devoción sigue siendo completamente ajena a aquellos que no la viven. Hay algo de la chispa creadora que parece no ser explicable. En todos los relatos pasan de no haber conocido al artista en lo absoluto a formar un club de fans como la progresión natural de los hechos.
Cuenta Juana: “Con él hablo mucho por Instagram. A esta altura ya ya no me considero tan fan como una amiga. Bueno, no sé si amiga, pero me reconoce, nos saludamos, charlamos un poco… hay confianza”
A través de figuras como la del influencer, el enaltecimiento de lo personal y la fama como capital abstracto están más vivas que nunca. Los clubes de fans modernos funcionan como un honesto reflejo de los tiempos que simplemente vuelven explícita esa adoración involuntaria por los cuerpos visibles, por el mero hecho de ser visibles. La frustración de querer ser uno está casi asegurada ¿No es acaso el club de fans organizado una expresión bien honesta del culto a la personalidad que rige todas las áreas de la comunicación hoy en día? Están lejos de desaparecer: los clubes de fans pertenecen más que nunca a la lógica social de la contemporaneidad.
Lola Sasturain http://bit.ly/2C8Q9AV
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