Mucho antes de que sus canciones se volvieran un éxito viral en YouTube, Renata Flores solía escuchar a sus abuelos, a sus papás y a sus tíos hablar “en clave”. De sus bocas salían palabras extrañas e irreproducibles, como esos conjuros que dicen los magos antes de descubrir sus trucos. Los señores y las señoras de su familia, notaba Renata, hablaban en esa lengua desconocida para ocultar el contenido de sus conversaciones —tal vez chismes, chistes subidos de tono o discusiones—. Pero había algo más, algo más sutil y revelador: cuando hablaban en aquel idioma misterioso todos lucían más cómodos, más seguros y confiados. Renata los miraba y deseaba unirse a ese círculo de confianza, a esa conversación exclusiva. Así podría entender lo que parecía un asunto solo de gente mayor.
Esa extraña lengua que la pequeña Renata no sabía descifrar era el quechua, idioma originario andino propio del pueblo indígena quechua, el segundo idioma más hablado del Perú, y que se usa también en Ecuador, Colombia, Bolivia, Chile y Argentina.
“Quizá mi curiosidad por saber qué decían tuvo que ver con todo esto”, dice Renata Flores desde Huamanga, pequeña provincia de Ayacucho, región de los andes peruanos al sur de Lima. “Todo esto” es su actual carrera como cantante de pop en quechua, carrera que despegó en 2015, cuando se hizo famoso su cover de The way you make me feel de Michael Jackson. Renata Flores se dedica desde hace casi cinco años a cantar canciones pop en el idioma de su familia y sus antepasados. Combina trap, hip hop, electrónica con ritmos e instrumentos andinos. En un país como Perú, donde muchos todavía insisten en ocultar o negar sus orígenes indígenas, el canto de Renata Flores es un acto sorpresivo y provocador.
Su atípica propuesta musical le ha traído, además, una creciente popularidad: millones de vistas de sus videos en YouTube; reportajes y entrevistas en medios peruanos y extranjeros como The Clinic, Telemundo, El País, AJ+ Español, CNN, BBC; fans en Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina, Guatemala, República Dominicana, Costa Rica, Puerto Rico, México, Estados Unidos, España, Italia, China, Argelia, y contando. Cada vez son más los lugares que oyen la voz de Renata Flores, la niña que quería aprender quechua para conocer los secretos de la familia.
Antes fue el inglés
Cuando recién comenzó a cantar, a los cinco o seis años, Renata Flores no sabía quechua. Sus abuelos maternos y paternos, los quechua hablantes más dotados de la familia, no le inculcaron el idioma a sus hijos. Los padres de Renata se convirtieron en oyentes atentos, pero hablantes muy ocasionales. Años más tarde ni abuelos, ni padres, ni ningún otro familiar vio necesario, tampoco útil, enseñarle quechua a Renata. La nieta cantante empezó a entrenar su voz en inglés.
Patricia Rivera, la madre y mánager, recuerda que la primera vez que oyó a Renata cantar, a solas en su habitación, estaba entonando una canción de Green Day.
“Era una voz fuerte y grave”, cuenta Patricia desde Huamanga, “al oírla quedé impresionada”.
Patricia y el padre de Renata, Milder Flores, eran músicos y tenían una academia llamada Formas y Sonidos en su Asociación Cultural Surca. Renata fue a esa academia desde muy pequeña, allí aprendió a tocar violín, luego siguió con el piano. Pero el día que la escuchó cantando la canción de Green Day, Patricia recién supo que la mayor de sus tres hijos también dominaba el único instrumento musical del cuerpo humano: la voz.
A partir de entonces, le fue dando más lecciones y tareas de música a Renata. La niña cantaba temas de Adele, The Animals, Alicia Keys, Michael Jackson. Como no entendía el inglés, memorizaba las letras por los sonidos de las palabras. A diferencia del quechua, el idioma extranjero sí parecía una ventaja, una oportunidad para destacar. Renata Flores estaba haciendo lo que muchos peruanos y latinoamericanos hacen porque lo consideran indispensable para la vida: aprender “el idioma universal”.
“Mamá en qué nos hemos metido”
En 2014, la vida de Renata dio, digamos, “un giro lingüístico”. Después de participar en el programa televisivo de canto La Voz Kids, ella y Patricia decidieron hacer un cover y grabar un video musical. Había que reinventarse luego de la eliminación de la competencia. La propuesta del cover fue fusionar instrumentos andinos, como la quena y el charango, con el piano que Renata muy bien sabía tocar. Pero madre e hija pensaron que tenía que haber algo más, una novedad.
“De pronto se nos ocurrió lo del idioma”, cuenta Patricia.
La madre recordó su época de cantante en la década de los ochenta, cuando tenía su banda Paty y los caletas. Entonces había una canción que el grupo tocaba mucho: “The house of the rising sun”, de The Animals, pero en la versión de la banda Uchpa, un grupo peruano de rock en quechua. Listo, pensó Patricia, la novedad sería “Intipa lluksina wasi”. Así pues, el quechua que siempre estuvo en la familia Flores Rivera, ignorado o por momentos oculto, se convirtió en la alternativa musical innovadora.
En el videoclip de “Intipa lluksina wasi” Renata aparece tocando el piano en medio de los pastizales de la Pampa de la Quinua, lugar emblemático de Ayacucho. En YouTube y Facebook el video alcanzó cientos de likes y comentarios. Pero eso no fue nada, o muy poco, comparado a lo que pasó apenas un mes después.
Animadas por la buena recepción de su canción, Renata y Patricia quisieron intentarlo de nuevo, esta vez con el cover en quechua de “The way you make me feel” de Michael Jackson, “Chaynatam ruwanki cuyanaita”. A partir de esa canción, fusión de blues, jazz y música peruana, todo el asunto escaló de una forma que Renata y su familia no habían pronosticado.
En menos de dos semanas el videoclip, que grabaron en la fortaleza inca de Vilcashuamán, obtuvo más de un millón de vistas. Llegaron las llamadas y las entrevistas. Programas de televisión y de radio, periódicos, revistas y páginas web, peruanos y extranjeros, hablaban sobre esa niña de chullo —gorro típico andino— azul que con una serenidad de montaña cantaba canciones modernas en la “lengua de los incas”:
Chainatam ñuqa kuyaniCuyuitan atinichu
qamllam llachanki causainyita
Sapaq punchaunikuna
Pero en un momento de su súbita popularidad Renata tuvo miedo. ¿Por qué toda esta atención? ¿Por qué a los demás les importaba tanto eso que ella había hecho solo como un experimento musical, un atrevimiento inocente? Un día, Renata le preguntó a Patricia: “¿Mamá, en qué nos hemos metido?”.
La jovencita estaba asustada porque sentía algo más inmenso que la emoción: sentía mucha responsabilidad. Los medios hablaban sobre la reivindicación del quechua, su difusión, su revalorización. Palabras mayores que traen compromisos mayores. Renata, una adolescente de 14 años, no se sentía preparada para tanto trabajo. Luego de “The house of the rising sun”, Patricia y Renata habían inaugurado el proyecto “Los jóvenes también hablamos quechua” con la Asociación Cultural Surca, un programa para difundir el idioma en los colegios de Ayacucho. Pero ni eso parecía estar a la altura.
Quechua, idioma del mundo
Para cantar las canciones en quechua, así como lo hizo con el inglés cuando era niña, Renata Flores memorizaba las letras por como suenan las palabras. Como nadie le había enseñado, solo sabía decir “añañau” cuando alguna comida estaba rica, o “acacau” cuando algo le dolía o “alalau”, si sentía frío. Para la pronunciación y comprensión de los significados, Renata le pidió ayuda a su abuela paterna Adalberta, una de las personas que hasta entonces había hablado el idioma andino en secreto. La abuela, aunque sorprendida por la solicitud, aceptó.
Por lo común, muchos quechua hablantes no les enseñan el idioma a sus hijos o nietos porque consideran este conocimiento como un lastre. Para explicar la escasez de bilingüismo activo en el Perú, la lingüista Virginia Zavala emplea el concepto de “ideologías lingüísticas”, que son las creencias, las valoraciones y las ideas que las personas tienen sobre las lenguas. Por ejemplo: el francés es el idioma del amor; el alemán suena fuerte; son similares el italiano, el portugués y el español.
El quechua, al igual que muchas otras lenguas originarias, está asociado a la pobreza, la ruralidad, la carencia, el analfabetismo. Estas ideas se han construido histórica y socialmente, al igual que muchos otros prejuicios (“los afrodescendientes son bailarines”, “las mujeres son débiles”, “el fútbol es para hombres”). El problema es que la gente tiene estas ideas como verdades. Y estas “verdades” están muy arraigadas en sus pensamientos. En las lenguas también existen jerarquías: algunas “valen” más que otras.
Así las cosas, muchos quechua hablantes creen innecesario hablar quechua públicamente una vez que aprenden castellano. Por timidez o por vergüenza, reservan su lengua materna para los espacios privados, para las conversaciones íntimas. Como las charlas que Renata oía entre sus familiares cuando era niña. El quechua es una marca de vulnerabilidad, dice Zavala en una clase subida a YouTube, un signo de inferioridad que aísla y condena. Es por eso que muchos quechua hablantes no se sienten orgullosos de su conocimiento.
“Yo miraba que a mi abuelita quechua hablante la discriminaban por saber quechua. Incluso una vez sentí vergüenza de estar con ella, y hasta ahora me arrepiento”, dijo alguna vez Renata en “Quién soy”, un pequeño documental sobre su vida.
Sin embargo, en Perú el quechua es idioma oficial y también es el segundo idioma más hablado luego del español. Según estadísticas del Ministerio de Cultura (Mincul), 3.805.531 peruanos hablan quechua. Eso es más que la población de Uruguay, casi tanto como la de Panamá. Los quechua hablantes peruanos hacen un país entero (aunque recóndito y desconocido). Ellos y ellas representan un poco más del 13% de la población peruana y en los últimos diez años han aumentado en casi medio millón.
Si bien estos son los números para el quechua, las cifras no juegan a favor de otras lenguas originarias. De las 6.700 que hay en todo el mundo, aproximadamente un 40% corre peligro de desaparecer. En Perú, el tercer país de Latinoamérica con mayor variedad lingüística (antes van México y Brasil), hay cuarenta y ocho lenguas originarias, pero veintiún están en peligro. De las cuarenta y ocho, cuatro son andinas —una de ellas es el quechua— y las demás son amazónicas. Según información del Mincul, hay algunas lenguas amazónicas realmente amenazadas, con poquísimos hablantes. Es el caso del muniche, con ocho hablantes; el iñapari, con cinco, y el omagua y el resígaro, con tres cada uno. El taushiro tiene solo un hablante.
La clave para alentar el bilingüismo, prosigue Virgina Zavala en su video, está en cambiar nuestro entorno, que tal y como es no beneficia al quechua (ni a las demás lenguas originarias). Hay que transformar ese pensamiento según el cual el “quechua es un problema” a un pensamiento en el que el “quechua es un recurso”. Este cambio lo deben hacer tanto las instituciones públicas como los propios hablantes. Las instituciones, a través de leyes, ordenanzas, becas y talleres que promuevan el habla del quechua. Los hablantes haciendo pactos entre ellos para usar el idioma en espacios donde antes no se hacía.
Así como Renata Flores, que lleva el quechua al mundo del pop.
Cierta vez, cuenta Patricia Rivera en “Quién soy”, un hombre furioso abordó a Renata en la calle para increparle: “¿Tú quién eres para representar al pueblo quechua?”. Así como tiene muchos admiradores, Renata Flores a veces recibe críticas de quienes todavía no aceptan ver el quechua en nuevos espacios, como si esos espacios degradaran o desvirtuaran su “esencia”.
Renata, sin embargo, no es la única que “transgrede” ese supuesto status quo de la lengua andina. Existen más cantantes peruanos que llevan el idioma a distintos géneros musicales “no tradicionales”: Liberato Kani al hip hop, la soprano Sylvia Falcón a la lírica andina, Damaris a la fusión latinoamericana, Uchpa al rock. Otros países latinoamericanos también tienen cantantes de este estilo; México es de los más prolíficos. Allí están la soprano mixe María Reyna, el rapero maya Pat Boy o la banda tsotsil de rock psicodélico Lumatok.
“Hay que retar el estereotipo del indígena como atemporal o puro. Cuando pensamos que los indígenas son eso, los estamos fosilizando”, dice desde Pennsylvania, Américo Mendoza Mori, coordinador del Programa de Quechua de la Universidad de Pennsylvania.
Américo, quien además fue el asesor de los diálogos en quechua de la película de Paramount Pictures Dora la Exploradora, considera que está muy bien que el quechua llegue al resto del mundo de diferentes maneras, en distintos formatos. En un diálogo de una película de Hollywood como en la que él participó, o en una canción pop, como las de Renata. También está bien que los hablantes de lenguas indígenas usen todas las plataformas de hoy en día para comunicarse. Renata Flores tiene más de 41.000 suscriptores en su canal de YouTube, 37.000 la siguen en su página de Facebook, otros 13.000 en su Instagram. Allí comparte su música en posts escritos en quechua y español. De hecho, Renata está aprendiendo quechua junto a sus miles de seguidores. A veces comparte “la palabra del día” en Instagram: “paqla” es “calva”, “paway” es “volar”, “sumaq killacha” es “bella lunita”. Varios de sus seguidores comentan en quechua también.
Pitaq Kani
“Sunqullay” y “Pitaq Kani” son las palabras en quechua favoritas de Renata Flores. “Sunqullay”, “mi corazoncito” o “con el corazón”, los usa constantemente en sus posts de redes sociales para agradecer a sus fans y seguidores por todo el apoyo. “Pitaq kani” es una pregunta que la joven cantante se hace cada vez más seguido: ¿quién soy?
“Me gusta el quechua porque es un idioma que se preocupa mucho por el otro”, dice Renata. En quechua, por ejemplo, existen dos tipos del pronombre “nosotros”: “ñuqanchik” y “ñuqaiku”. El primero significa “tú y yo, o ustedes y nosotros”, mientras que el segundo quiere decir “nosotros, pero ellos no”. “Nosotros inclusivo” y “nosotros exclusivo”, les llaman. En quechua la comunidad, la colectividad, el equipo son un tema crucial.
Hasta antes del revuelo por los covers, Renata Flores no había pensado mucho en quién era, que también es una forma de preguntarse “¿de dónde vengo?”. Cuando al fin lo hizo, comenzó a tomar clases de quechua (está mejorando, pero el camino es largo) y a estudiar la cosmovisión andina. El proyecto “Los jóvenes también hablamos quechua”, que fundó junto a su madre para difundir el quechua, se convirtió en “Pitaq kani”, y este año obtuvo financiamiento estatal para seguir creciendo. Nacieron también sus composiciones propias: “Mirando a la misma luna”, “Tijeras”, “Miradas”, canciones que tratan sobre la identidad, la discriminación, la violencia contra la mujer. Su último tema, Qam hina, que Renata compuso y produjo musicalmente, trata sobre la vida dura de las niñas en las zonas rurales.
“Con mi mamá siempre hablamos mucho de los problemas que ocurren, de qué podría tratar la siguiente canción, qué podría enseñar. No quiero hacer canciones a la nada, sino llegar a las personas”, dice Renata, ahora convertida en toda una activista de una lengua quechua, aunque aún no logra hablarla con fluidez.
Renata Flores sabe que, así como ella, muchos de sus seguidores no son quechua hablantes. Por eso trata de hacer canciones sencillas de pronunciar y comprender. A veces, en sus conciertos salen sus videos con subtítulos para que la gente lea y cante. “Yo creo que sí entienden y aprenden las letras”, dice, “la música es el verdadero lenguaje universal”.
Esas letras, que compone en español y luego traduce al quechua con ayuda de un profesor de Huamanga, son pop, trap, hip hop, electrónica fusionados con música e instrumentos andinos, como la quena, la zampoña o los violines de la danza de tijeras:
Manan pipas qawanchu manan imatapas
Atinichu ruwayta, rimayta munani
Qaparispanmi, tukuy runamanan uyarikunchu
Rimasqayta Qinaspa nini Qaparisaqmi
“Nadie mira nada, no puedo hacer nada, quiero hablar, con mucha bulla, la gente no escucha lo que digo, entonces gritaré”, canta Renata Flores en “Tijeras”, que tiene trap, música ayacuchana y denuncia feminista. Fue un tema que recibió mucha atención de los medios internacionales que hace años se sorprendieron con el debut de la joven huamanguina.
Hasta hace poco más de un año Renata Flores declaraba en entrevistas que le gustaría ir hasta Boston, al Berklee College of Music, para estudiar. Hoy, con dieciocho años, dice no que no está segura, que necesita aprender pronto, que no quisiera esperar muchos años para cumplir sus sueños: volver al quechua un idioma popular, saber más de música para por fin lanzar su primer disco, hacer giras por todo el mundo, llenar estadios. Por eso está tomando clases a distancia de producción musical. El tiempo pasa veloz y si quiere competir con Rosalía, Dua Lipa, Billie Eilish o Carol G, algunas de sus cantantes favoritas, habrá que apurarse.
Rosa Chávez Yacila https://ift.tt/eA8V8J
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