Artículo publicado por VICE México.
Ricky's Place es el lugar a donde llegan a beber los viejos lobos de mar de Rosarito, los estadounidenses retirados con poco dinero y los traileros fatigados por las rectas eternas al lado del mar azul de la carretera transpeninsular de Baja California.
Es el kilómetro 36 de la carretera Tijuana-Ensenada. La sede de la fiesta local de cualquier día, donde ni Leonardo DiCaprio, Rusell Crowe, ni el director de cine James Cameron, ni los cantantes de música popular mexicana Ramón Ayala y los Tucanes de Tijuana, ni la actriz Paty Manterola, se han negado a una cerveza helada, o a un tamal y un burrito de carne deshebrada con frijoles recién hechos.
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Ricky’s Place es la guarida de Ricky, un cantinero solitario de sombrero ranchero, que siempre recibe con un honesto “bienvenidos” a todo el que llega hasta su salón iluminado de rojo, donde lo primero que salta a la vista son sus muros forrados con dólares y un oxidado tubo de poledance en el centro; más al fondo, unas mesas que de día y noche dejan ver el océano interminable.
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