Artículo publicado originalmente por VICE Estados Unidos.
Singapur es uno de los países más pequeños del planeta. Pero lo que le falta de tamaño, lo compensa en edificios opulentos y masivos que transmiten la riqueza del país, atraen a turistas de todo el mundo y dan a la pequeña nación más superlativos que un anuario de secundaria. Aunque presumen de su puente de doble hélice y de tener albercas en lugares exhorbitantes, la verdadera joya de Singapur es sin duda su enorme aeropuerto, Changi.
Nombrado como el mejor aeropuerto del mundo durante seis años consecutivos por Skytrax –la organización líder en clasificación de aeropuertos– Changi cuenta con servicios, restaurantes y tiendas que van más con un resort de lujo o un elegante centro comercial al aire libre que con un aeropuerto. Incluso apareció en la película Crazy Rich Asians,donde Constance Wu elogió su jardín de mariposas y su cine.
Dependiendo de tu perspectiva y de tu cuenta bancaria, este aeropuerto es el pináculo del esplendor o un infierno consumista donde las brillantes distracciones simplemente están ahí para mantenerte ahí y gastar más dinero de lo que tenías contemplado. Durante un viaje reciente a Singapur, intenté probar todo lo que Changi tiene para ofrecer dentro de un tiempo limitado de cinco horas.
Al igual que Winston Smith al final de la novela de 1984, mi resistencia finalmente fue derribada y el aeropuerto se abrió camino hasta mi corazón. Independientemente de lo siniestro que me parecen este y todos los demás monumentos al consumismo, estoy seguro de que extrañaré Changi la próxima vez que esté sentado en el piso de otro aeropuerto, comiendo algo común mientras intento cargar mi teléfono en una estación de carga rota y desgastada.
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