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miércoles, 2 de octubre de 2019

La jerga local hace universal al hip hop

La cocaína: dulce para la nariz; los cigarrillos: huesos; los grandes diamantes: rocas; el mal aliento: el dragón. No decían radio, decían caja; no decían estás loco, sino estás 730. Al estudio de grabación lo llamaban el laboratorio y si algo te molestaba contabas que estabas caliente.

Luego de dar esa clase rápida y completa de jerga de las calles de Harlem de finales de los 90, Big L lo dijo en “Ebonics”: “Sé que te gusta cómo lo hago. Hablo con slang y nunca voy a dejar de hacerlo”. Este corte del disco The Big Picture —publicado tras su muerte en 1999—, explicó a qué sonaban los andenes que habitaba, cuáles eran sus códigos. Es una canción legendaria, en parte porque permite entender por breves minutos un lenguaje local que —a través del hip hop— se volvió universal.

Buena parte de lo que sostiene al hip hop y al rap a nivel universal son sus códigos, una estructura que agrupa a una comunidad. Se pueden ver en la ropa (con unas buenas Air Jordan o una chaqueta de Polo Sport) y en el consumo de alcohol (con el eterno coñac Hennessy). También se manifiestan a través del lenguaje: desde el ¡hey yo! hasta el ¡mic check, 1, 2, 1, 2! Son expresiones que hacen parte del canon, de cómo se habla en el rap. Antes de llegar a todos los países donde hay rap, estas expresiones empezaron en ciudades como Nueva York, o en barrios como el Bronx. El lenguaje del hip hop, por más universal que pueda llegar a ser, siempre tiene un origen local.

Esas expresiones locales se expandieron y consolidaron como lingua franca a medida que el rap fue conquistando territorios. Para los que ingresaban en él, el rap presentaba un reto: no estaba hecho para que todos lo entendieran. También era una oportunidad: la posibilidad de entrar y comprender un lenguaje común, hablado y expresado por miles de personas alrededor del mundo. “Empiezas a escuchar rap y te vas dando cuenta —cuando vas relacionándote con otra gente fuera de tu barrio, de tu ciudad, incluso de tu país— de que tienes un lenguaje en común con ellos, basado en la cultura hip hop”, explica Juaninacka, veterano rapero español. Los unen los grupos que han escuchado, las películas que han visto, la ropa que visten. “Eso te conecta y te permite formar parte de la cultura. Tienes conexiones universales con gente que no has visto nunca en tu vida, pero que cuando las ves, te das cuenta de que tienen muchísimo en común”, complementa el MC sevillano, quien publicó el pasado julio un nuevo álbum: Caballo Negro.

Pero conforme cada país, cada ciudad y cada barrio va entendiendo el hip hop y adentrándose en sus cánones, también va reinterpretándolo y adaptándolo a su realidad. A la jerga propia, a como habla la gente de cada lugar. El buen rap participa de una tensión creativa interesante que lo propulsa: es universal y a la vez tiene un lugar de origen claro; da cuenta del lugar que lo inspira, manifiesta dónde está hecho. Así como en “Ebonics” Big L hizo explícitas las convenciones de las calles de Harlem, a medida que las escenas van madurando adaptan la red universal a su contexto propio, ponen en diálogo su realidad con los códigos universales del hip hop, que a su vez también nacieron en un lugar particular.

Música y jerga

“La música que estás haciendo la adaptas a tu jerga. Por un lado, te alimentas de la fuente, pero también te adaptas al lenguaje que hablas todos los días. El lenguaje universal del rap se adapta a lo que estás viviendo”, precisa Juaninacka. Como ejemplo, cita a su paisano ToteKing, quien en “Vete a Casa” de Falsalarma rapea “tenemos variedad, decimos nen, co, quillo”, haciendo referencia a la diversidad de formas que hay en el rap español de referirse a un amigo, cada una según su contexto: nen en Barcelona, co en Zaragoza y quillo en Sevilla.

Por más universal que pueda llegar a ser, la esencia del rap está en dar cuenta de un barrio, una ciudad, una región. Luego, a medida que crece, esos lugares locales y particulares se vuelven grandes referencias para quienes escuchan la música, lugares a los que los oyentes pueden pertenecer durante los tres minutos de una canción o los cuarenta minutos de un álbum. Escuchar good kid, m.a.a.d. city de Kendrick Lamar es viajar por las escabrosas calles de Compton, California, mientras que prestarle atención a Tana Talk 3 de Benny The Butcher es entrar en Búfalo, una ciudad sombría al norte de Nueva York. Son álbumes masivos, pero no dejan de representar su zona.

Así también lo hacen los colombianos No Rules Clan en Medellín y en Envigado. “El rap desde sus inicios siempre ha sido representar la zona. Va muy de la mano con el graffiti: es como hacer un tag y decir este soy yo, de acá vengo y estoy dejando huella. Eso también hay que dejarlo inmortalizado a la hora de hacer rap, cómo hablamos nosotros. Decir CPT es Compton y acá entonces uno dice EVG que es Envigado. Somos nosotros mismos a la hora de rapear”, explica Sison Beats, integrante de No Rules. En su álbum Pantone, No Rules conversa con colores y códigos universales del rap, y los aterriza a donde viven. No hablan de gorras sino de techos, mencionan a sus amigos los Nenes y las Diablas, dejan claro qué lugares de la ciudad habitan y se debaten entre ir en taxi ( el mono) o en bus ( Rosellón). Para Sison, rapear es representar el barrio, lo que pasa en sus calles, lo que no van a contar otras músicas; es hablar con flow e inteligencia. Rapear, en fin, es ser uno mismo. “A la hora de rapear tenemos las palabras que usamos y con las que hablamos. Vos de una te das cuenta cuando un rapero está hablando en palabras que nunca habla”, añade.

Eso hace al rap la música perfecta para esta época, entrado un quinto de siglo, de tensión entre lo global y lo local. Esa misma tensión potencia y alimenta a esta música, la conversación entre la red infinita y universal del rap con las descripciones etnográficas y detalladas —pequeñas en enfoque, pero enormes en profundidad— que cada rapero aporta. “Estamos reflejando lo que nos pasa, lo que conocemos y lo que somos, gonorrea. La historia del rico, del pobre, de la chimba, de la fea. Fernando González fue el primer filósofo de por acá en hablar en las palabras de acá, era coloquial hasta la chimba. Eso es importante en el rap y en todas las vueltas artísticas: que sea universal, pero que represente su tierra. Hay que hablar de lo de nosotros ante el mundo, no al revés”, dice Sison para explicar por qué, al ser fieles seguidores del rap, le añaden su propio slang. Complementa con unas palabras que citó para él Anyone/Cualkiera, el otro MC de No Rules: describe tu aldea y serás universal.

El rap aterriza y se adapta

Así como el rap de Nueva York suele ser frío y sucio y el de Los Ángeles más soleado y lleno de palmeras, Frank Lucas, rapero del colectivo venezolano Piso 8, dice que el estilo de rap de Puerto La Cruz, al oriente de Venezuela, representa “el mar, la costa, la pesca, el estilo de vida despreocupado costeño y muchas veces un licor a base de anís que es característico en nuestros temas. A eso huele y sabe el movimiento de mi ciudad”. Ese estilo, recuerda, parte de que el rap que llegó a las costas orientales de Venezuela fue más de la Costa Oeste de Estados Unidos y de artistas como Tempo, Vico C y Tego Calderón; por eso luego funcionó como una West Coast venezolana, aun si no todos hacen G-Funk.

Todo esto, cómo no, se escucha en los rapeos de Frank Lucas y su colectivo Piso 8, en la jerga que utilizan. “Usamos referencias en nuestras líneas de pesca, arponería, embarcaciones y expediciones, peces, el Caribe, el ron de caña. Tenemos nuestras palabras coloquiales o referencias que probablemente casi nadie entienda. Es normal, en todos los sitios donde he estado pasa lo mismo y me encanta descubrir las similitudes como las diferencias abismales entre palabras y términos”, dice Frank Lucas. Estos códigos locales también están en el graffiti de Puerto La Cruz, en los tatuajes de sus habitantes y en los freestyles que tienen lugar en el Paseo de La Cruz y El Mar, lugar emblemático del hip hop local.

En Argentina, por su parte, Urbanse recuerda que su primer contacto con el hip hop y sus códigos fue a través del graffiti: lo impactaron los colores, las letras. Luego descubrió el freestyle y así se fue acercando al rap. “En jerga, lo primero que escuché fue un ¡hey yo! Mi acercamiento fue por ese lado. Luego se hizo universal todo, el Internet ayudó con eso. Fui entendiendo las jergas y esto que es universal con los años y gracias al conocimiento de los pibes que nos fuimos repartiendo data, pistas, videoclips. Había solo un pibe que tenía Internet. A mí me pasaron un pendrive —el mismo de todo el barrio— con discos de Chile, Estados Unidos, Puerto Rico, etc. Siempre estudiando. Luego el rap latino creció y nos facilitó conocimientos y una manera de contar y ver las cosas de otra manera”, dice el rapero argentino.

Además de las barreras del lenguaje entre español e inglés y de los usos de cada país, los raperos también aprenden a navegar las olas de la jerga de su propio país y sus diferentes ciudades. Muelas de Gallo, integrante del grupo de rap mexicano La Banda Bastön —nativo de Baja California Sur— aclara que su origen geográfico los alejaba de los usos y costumbres de las urbes. “El rap nos llegaba por la frontera intermitentemente, pero nunca hubo una escena de rap, íbamos descubriéndolo poco a poco. Al llegar a la Ciudad de México, mucho del slang que se hablaba en ese entonces no lo entendía, solo fingía hacerlo. Asentía con la cabeza o reía cuando no captaba algo para que pareciera que sí. Pero me fui fijando y aprendiendo, cómo se usaban las palabras y cómo se formaban nuevos cotorreos”, recuerda.

Mü y la Banda Bastön, desde su orilla, adaptaron el lenguaje universal a su realidad particular. “Es como tener un código que solo tú y los entendidos captan, una suerte de sociedad secreta que se reconoce por el uso de esa verborrea”, señala. Dice que su zona ha aportado palabras y frases que se quedan en la mística del barrio, como mi chai (mi amigo), dale watts (que sería como vamos a hacer esto, o, pa’ adelante y también se refiere a subir el volumen), tumbar la casa (hacer un buen trabajo), píldoras (cervezas) y Papá Padrino, pensé que sabías (todos saben quién manda).

La apropiación del lenguaje universal para aterrizarlo y amalgamarlo con los usos locales no es inmediata. Según Urbanse, recién en los últimos años estos procesos están destacando en Argentina y por eso la escena allá vibra con fuerza ahora: “Hace cinco años, todo era spanglish y jerguismo de afuera. Hoy, todos los grupos y discos que salen son todo jerga. Los nuevos pibes ya están empapados de jerga y se puede hacer difícil decodificarlo si no sos de Argentina. Personalmente a mí me encanta eso, me siento más cómodo usando más jerga. El rap de acá está creciendo gracias a eso. Nos dimos cuenta de que las canciones llegan muchísimo más siendo nosotros. Sacarse un poco el traje de rapero del yes yes y’all y empezar a contar otras cosas que nos pasan y en otros géneros no se cuentan. Contarlas de una manera que lo entiendan todos es el camino para que esto crezca más. El rap argentino está en ese auge por eso, encontró la veta de cómo contar las cosas y de qué manera”.

Conforme se mezclan las palabras locales con los códigos universales del rap, se empiezan a diferenciar las escuelas y escenas de los países, e incluso dentro de un mismo país. Cada región puede aportar algo distinto. “Sin duda, la jerga nuestra es más violenta, más escandalosa probablemente. Pero en mi caso he sabido administrarla. Mejor dicho, he hecho una mezcla de todo el país. Aunque la mayoría del tiempo hablo como me crie en mi barrio, cuando hago una canción trato de que la manera en que llega el mensaje sea más plural. Así que ni muy muy ni tan tan”, explica Muelas de Gallo, desde México.

En Argentina, como probablemente pasa en la mayoría de los países, la gravedad de las grandes urbes hace que se concentren ahí la jerga y el rap. “Argentina es un país grande y muy centralizado. Casi todo lo que se conoce es porque está en Buenos Aires. Dios existe, pero atiende en Buenos Aires, dicen. Tengo la suerte de vivir acá”, explica Urbanse. El rapero bonaerense también añade que, dentro de la misma capital, hay diferencias según las zonas. “Vivo en zona sur, el rap aquí siempre fue muy New York, boom bap (color de rap prominente en la Nueva York de los 90, caracterizado por cómo suena el bombo y la caja: boom – bap), oscuro, callejero. Hay una línea muy marcada de esa escuela, de esa manera de rapear. En zona oeste, como a 40 km de donde vivo, ya no es tan boom bap, tiene una orientación más trapera o los grupos son más de fiesta, más días soleados. Más de joda, de farra. Siempre fue así. Tienen esa norma marcada. Y del trap de Buenos Aires, los más conocidos vienen de ahí”.

En Venezuela, profundiza Frank Lucas, el rap de Caracas de los años 90 impuso una jerga a nivel nacional: “Grupos como La Corte, Vagos y Maleantes, Guerrilla Seca. Cuando ellos empezaron a rapear sus líneas tenían demasiadas jergas carcelarias que hoy tienen repercusión en el hablar del país. Palabras como causa, rutina, beta… términos que cualquier rapero puede decirlos en un tema. Lo global en Venezuela siempre ha sido lo caraqueño”. El MC de Puerto La Cruz cuenta que la jerga del rap caraqueño de los 90 llegó a ser tan poderosa que, aunque ser un boleta (lacra, ñero) está mal visto en algunos estratos sociales, en esos mismos estratos se entiende la jerga. “Es más, podrían comunicarse contigo en esa jerga aún sin haber escuchado rap y quizás sin saber el papel del rap ahí. La jerga ha tenido mucha repercusión, ha identificado nuestra movida y nuestra generación. Y el rap caraqueño fue el megáfono de la jerga carcelaria”.

A final, la variedad regional y la particularidad que le dan a cada escena la jerga y la cosmovisión propias también aportan a que el rap suene distinto y propio de cada ciudad. “En Medellín decimos botellas y en Bogotá botellos; en Medellín hablalo y en Bogotá es veo. Para conocer Bogotá hay que escuchar a Hardem o a Jamblock Jr. Es bacano que haya ese slang y uno ser de otro lado y entender el de allá. Eso es knowledge [conocimiento ]. Y uno sabe que el rap de Bogotá suena así y el rap de Medallo suena así. Sin encasillarse igual: el rap es uno solo”, sentencia Sison sobre las diferencias de las dos escenas principales del rap colombiano. Y sigue: “El parlache también es un arte, mi rey. Los que conocemos la calle sabemos cómo es la vuelta”.

Narrar el barrio para ser universal

Los códigos del rap son su subtexto, un universo conceptual que está ahí para el oyente/espectador atento. “Se ve hasta en esos detalles del capitalismo salvaje el hijueputa de los gringos: el rap se adueña de todo eso. Robaron Polo, lo más sistema que hay, y lo volvieron contracultura. El rap es apropiarse de lo público, para mí esa es una revolución. Como con el graffiti , es decir este es el nombre mío, pirobo, yo estoy vivo en esta puta ciudad. Los tenis, la ropa, el Hennessy, la toalla en la cabeza: eso lo adoptamos a la mierda de nosotros. Lo hacemos con estilo, con la clase y con las técnicas de los gringos”, explica Sison. Ya hay una red de significados, de ética y estética hip hop, con la que se dialoga cuando se hace rap y por eso el knowledge es clave en todo el rap: demuestra que se hizo la tarea, que se habla fluido el lenguaje del hip hop tanto para entenderlo como para traducirlo al idioma local de cada uno.

En el rap hay formas y códigos particulares de hablar, de vestir, de habitar el mundo, hasta de caminar. Todo este lenguaje propio, con sus variaciones regionales y su cambio constante, su diálogo entre cada ciudad y la cultura universal, no dan para que el rap sea una lengua como tal: tiene el léxico, pero le faltan la sintaxis, los sonidos, la morfología. Pero toda su riqueza cultural, particular a cada región, sí aporta lingüísticamente. Para Alejandro Prieto, lingüista peruano, “lo potente del rap es su plasticidad para adaptarse a las clases medias y bajas urbanas. A nivel lingüístico, vemos esto en usos léxicos y frases que, si bien provienen del inglés, se resignifican y pasan a formar parte de una cultura más grande que es la cultura del rap o el hip hop en tanto movimiento global. Todo esto acompañado de los usos léxicos que cada comunidad también añade al movimiento, dotándolo así de particularidades y distintos matices que enriquecen la cultura”.

¿Cuál es entonces la importancia del slang en el rap? ¿Qué le aporta la particularidad lingüística al panorama general? Como dice Muelas de Gallo, “entender lo que dicen los barrios y cómo lo dicen es muy importante cuando te dedicas a escribir rimas. Es como tener una credencial que te permite pasar por todos lados. Las fronteras mentales se abren cuando tienes el slang adecuado. Hay que saber masticar la calle”. Al diferenciarse a través de la jerga, al reafirmarse en su territorio, los raperos también tienden puentes entre sí. Cuanto más locales son las letras más universales pueden ser también.

En nuestro mundo hiperglobalizado, que aparentemente borra diferencias culturales, la primera persona radical que expresa el rap nos recuerda qué nos une, pero también qué nos hace de cada lugar; qué hay en común entre Bogotá y Nueva York y qué cambia. En esta suerte de glocalidad, rapear sobre lo que pasa en una ciudad comunica e interpela más a los que no viven ahí que buscar un punto medio aguado y fácil de entender para todos. Por eso se recuerda con claridad el lugar de origen oficial del hip hop: el número 1520 de la avenida Sedgwick, en el Bronx, Nueva York. Siempre han importado los barrios en el rap. Se valoran la honestidad y la verdad, contar la vida propia, y esto necesariamente va ligado al territorio. El placer de escuchar rap y adentrarse en él va de la mano con poder viajar por todos sus estilos y colores, por todas sus posibilidades. Esto, a su vez, es entender cómo cada ciudad ha aterrizado el rap y lo ha reinterpretado para hacerlo propio.

Rapear desde un lugar de enunciación claro, dando cuenta de la realidad que se ve y se vive, también permite enriquecer el lenguaje general del rap (que, en sí mismo, plantea el lingüista Prieto, puede llegar a aportar palabras al español general como “freestyle/fristail”, aun si los regionalismos del rap no suelen trascender al uso común de la lengua). La experiencia va de poder acercarse a algo que nació en un lugar lejano, hace varias décadas, a traducirlo para hacerlo propio y aportar a él. “La importancia de la jerga en el rap es que haces tuyo el lenguaje. El hip hop tiene una traducción a lo que tú estás viviendo todos los días. Y claro, pues tú con tu jerga le das tu sello, ¿no? Le das tu toque de identidad, que es lo que hace tu rap reconocible para gente de otros sitios, que nunca te han visto, pero que te han escuchado. Así se crea una red en la que todos estamos conectados”, añade Juaninacka.

Se dice y se repite que el hip hop es una cultura, y mucho de eso tiene que ver con el slang y las jergas locales. Estas crean conexiones y reinterpretan el canon, le dan sentido al mundo propio para los que están lejos: reducen distancias geográficas y culturales y permiten que alguien de Santiago se sienta en Brooklyn al escuchar a Jay-Z, o que desde Montevideo entiendan más como suena el rap del norte de México. Ese acto comunicativo y unificador —que encuentra en la diversidad una columna vertebral— le agrega un gran valor etnográfico y cultural al rap. A la vez que traza diferencias, también tiende puentes y hace evidentes las similitudes entre los raperos y sus vidas y experiencias, sus ciudades o barrios. Y ante un mercado musical homogéneo sin narradores claros, sin personalidad definida, la jerga no permite confusiones en el rap, deja claro quién está rapeando y desde dónde. Al final, eso es el rap y ahí está su potencia. Lo dice Big L en el coro de “Ebonics”, tras enunciar toda la jerga, que para algunos era criminal, que usaba en su día a día con habilidad: “eso es solo la forma en la que hablo”.

Santiago Cembrano https://ift.tt/eA8V8J

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