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lunes, 29 de octubre de 2018

Las mujeres heterosexuales en Tanzania se están casando entre ellas por seguridad

Artículo publicado originalmente por Broadly Estados Unidos.

Cada verano, las parejas recién casadas con un espíritu aventurero se dirigen a lugares como el Parque Nacional Serengeti en Tanzania para su luna de miel. Pueden dormir en tiendas lujosas rodeadas de elefantes y jirafas, y disfrutar de la cena mientras la sabana se vuelve naranja al atardecer—una manera inolvidable de empezar una historia de amor de "felices por siempre".

Al otro lado de las montañas del Serengeti, el matrimonio puede significar algo completamente diferente. Robi Matiko, de 54 años, y Busina Samir, de 26, han estado casadas por dos años, pero no comparten la misma cama ni usan ningún anillo. Las dos mujeres viven a unos kilómetros al norte de Serengeti, cerca a la frontera con Kenia. Todas las mañanas, se levantan al amanecer y excavan los campos juntas. En la tarde cocinan y bañan a sus cuatro hijos. Un quinto hijo está en camino, pero Busina no dejará de excavar a pesar de su pronunciado vientre.

En Tanzania, el matrimonio del mismo sexo es ilegal y, en los últimos dos años, la homosexualidad ha sido cada vez más perseguida por el gobierno. Sin embargo, la relación de Matiko y Samir no es romántica o sexual de ninguna manera. En cambio, están casadas bajo el auspicio de una tradición tribal Kuria llamada nyumba ntobhu (“casa de mujeres”). Le permite a una viuda mayor quien no tiene ningún descendiente masculino casarse con una mujer más joven quien sí tiene—o tendrá potencialmente—un hijo. De esa forma, el hijo heredará la tierra de la mujer mayor, y asegurará que su linaje no desaparezca.

Esta tradición ha existido desde épocas ancestrales en la tribu Kuria, explica el líder de la aldea, Mwita Wambura Nsabi, pero no era usada casi nunca. A medida que la población Kuria creció, nyumba ntobhu se volvió más común. "A comienzos de los 70 vimos un incremento de nyumba ntobhu", dice Nsabi. "No es algo malo, porque la comunidad no las estigmatiza".

"Seguirá en aumento", predice.


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Puede que la unión de Matiko y Samir no se relacione con la imagen que uno usualmente tiene de un matrimonio, pero plantea una pregunta clave sobre su esencia ¿El matrimonio se trata del amor romántico? ¿O es acerca del empoderamiento y apoyo mutuo?

En Tanzania, de acuerdo con las leyes tradicionales—como en otros muchos países de África y del Medio Oriente—no es permitido para las mujeres ser dueñas ni heredar ningún tipo de propiedad. En áreas rurales, no poseer tierra significa no poder comer, mucho menos poder ganar ningún tipo de dinero. Significa no tener un hogar y siempre depender de los hombres.

El matrimonio es, para muchas mujeres rurales de Tanzania, la única manera de encontrar refugio. Matiko y Samir pertenecen a la tribu Kuria, una comunidad profundamente tradicional que respalda costumbres patriarcales severas como la mutilación genital femenina (MGF) y la poligamia. Las niñas usualmente se casan tan jóvenes como de 13 años, y su precio marital son nueve vacas.

Robi Ester stands in the doorway of her home
Ester fue obligada por su familia a casarse con Werema.

Al final del día, será el hijo de Ester, Werema, quien heredará la tierra de Robi Werema y las dos pequeñas casas de barro y ladrillo que Ester construyó con el dinero que ganó. El joven tiene ahora 17 años y todas las mañanas ayuda a su madre a cortar leña para vender en el mercado de la aldea. Una paca vale menos de un dólar. "Él todavía es joven y le estoy enseñando", dice Ester.

Tiene miedo de que Werema crezca rodeado de alcohol. "Los chicos de por aquí crecen bebiendo" explica Ester. "Sus amigos están bebiendo todo el día y cuando llegan a casa exigen comida a sus madres". Si así lo quisiera, él podría echarla de la casa algún día, dice Ester.

Mientras el sol se pone, los campos de maíz alrededor de la casa que construyó se vuelven naranjas. Ella escoge el maíz que se ha estado secando bajo el sol sobre el asfalto polvoriento. El matrimonio de Ester con otra mujer no tuvo el final de "felices por siempre" que otras mujeres Kuria pudieron haber tenido. Pero si tuviera la oportunidad, Ester tampoco se habría casado con un hombre: "Desearía no casarme".

Sus ojos brillan y ella sonríe mientras sueña con independencia: "Yo me quedaría en casa y manejaría mi negocio. Encontraría tierra, cultivaría maíz y lo vendería, iría a pescar y vendería los peces, y gastaría el dinero en mis hijos".

Marta Martinez https://ift.tt/2OW4lqu

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