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miércoles, 31 de octubre de 2018

Lo que aprendimos escuchando a las víctimas de abuso sexual

Artículo publicado por VICE Colombia.

Como parte de la campaña #HablemosDeLasNiñas, durante tres meses hablamos con todo tipo de mujeres que sufrieron abusos durante su infancia. Como cierre del ejercicio, este texto contiene pistas esenciales para comprender la problemática.


Cuando escuché la historia de Pilar, supe que el silencio no podía ser una opción. Llevaba días dándole vueltas a cómo escribir este relato, pero fue solo hasta que escuché su historia y percibí la determinación y fortaleza con la que rompía su silencio, que me motivé a darle forma a esto que se parece bastante a la terapia que jamás tuve.

Cuando tenía siete años mi abuelo abusó de mí. Tal como Pilar, nací y crecí en Medellín. Y, también como ella, durante un tiempo, me negué a reconocer mis propias heridas. “Él nunca me penetró”, me decía yo misma como lo hacía ella. Y así, ambas nos alejábamos de esa realidad como también lo hacían nuestras familias. En mi caso, no mi mamá, con quien conté desde el principio, ni mi papá, a quien la decepción lo derrumbó; pero sí mis tías, tíos, primas y primos, a quienes amo y al tiempo reprocho por su silencio y complicidad; y, a quienes ahora, también puedo entender. Después de este ejercicio sé que como individuos, familias y sociedad, aún no hemos desarrollado el lenguaje ni las herramientas para sanar estas heridas.

De ese episodio, recuerdo que yo misma calmé el desconsuelo de mi madre diciéndole: “mamá, mi abuelito no me hizo nada”, aunque sus manos en mi cuerpo no fueron, precisamente, una caricia que yo deseara. Y es por ese recuerdo y después de escuchar, durante los últimos tres meses, decenas de testimonios de mujeres que como yo fueron abusadas cuando niñas, que comprendí que esto es preciso reflexionarlo exponiendo, incluso —y sobre todo— , mi propia fragilidad.

A cuestas, las mujeres llevamos una carga histórica que nos ha impedido detener los abusos a los que desde niñas hemos sido sometidas. Y no se trata de culparnos. De lo que se trata este ejercicio testimonial es de cuestionar a la sociedad de la condescendencia. A la sociedad de la violencia contra las mujeres que alimentamos a diario.

Por eso llegué a Mutante. Una idea de un par de hombres que, cuestionando su masculinidad, se propusieron activar una conversación social en torno a la violencia sexual contra las niñas en Colombia a través de las nuevas narrativas digitales, el activismo y la investigación periodística. Ellos, naturalmente, poco entendían de las heridas que una mujer carga desde su infancia, pero sí quizás de las violencias que los hombres ejercen contra nosotras. Así que nos unimos para darle forma, de la mano, a esta intuición conjunta que hoy entendemos como una urgencia colectiva.

Soy periodista, y desde este oficio me he dedicado a contar historias de nuestro conflicto armado. Escribir sobre masacres y desaparecidos no ha sido nada fácil. Ya perdí la cuenta del número de víctimas que he escuchado o de cuántos dolores he intentado alivianar con la consigna de que hay que hablar para sanar; sin embargo, esta vez me enfrento a la historia más difícil de contar: la mía, entrelazada con la de tantas mujeres cuyos miedos, culpas, vergüenzas, iras y rencores atraviesan mi propio cuerpo.

Hoy siento que somos una sola.

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Ilustración: Paulina Escobar

Escuchar los relatos de doce mujeres de distintas procedencias y con dolores y valentías tan dispares, nos permitió entender que no estábamos solas, que en el reconocimiento de la otra habitaba la posibilidad de sanarnos todas.

Sara, una de las mujeres que primero nos contó su historia, nos lo dijo de una manera fulminante: “fue una oportunidad para la empatía”.

No estamos tomándonos con suficiente seriedad la reparación del daño

Numerosas mujeres nos hablaron de que nunca han ido a terapia, yo misma he subestimado esta posibilidad. Otras lo han hecho y nunca le han confesado a su terapeuta lo que les ocurrió. Muchas sufren de depresión, otras de ansiedad. Otras han intentado suicidarse.

Es hora de que este país dé un debate serio y hondo sobre la forma en la que abraza a sus mujeres.

Se habla para sanar

Nunca sentí lástima sino, al contrario, admiración por cada una de las mujeres que escuché. Pocas lloraron y, casi todas, comenzaron o terminaron su relato con el agradecimiento por sentirse escuchadas y respaldas. Sentí sus testimonios sinceros y, sobre todo, desprovistos de deseos de culpar o de vengar. Motivados, más bien, por la urgencia de hablar de esto que parece que no queremos escuchar.

Las niñas nos necesitan

Este ejercicio fue una conversación entre mujeres adultas, pero lo hicimos en nombre de las niñas que fuimos y las que hoy se silencian en sus casas, barrios, escuelas. A ellas les dedicamos nuestra posibilidad de hablar y reconocernos libres de culpas. Aprendamos a escucharlas. A leer sus silencios, sus gestos. Enseñémosles a ser dueñas de su cuerpo, de sus límites y, sobre todo, a rechazar la obligación de callar lo que les incomoda.

Darles la palabra de la que las hemos privado será tan solo un primer paso.

¿Y los hombres?

El feminismo dirá que el único lugar de los hombres en esta conversación es escuchar. Es cierto que por mucho tiempo han tenido la palabra, y bien lo demuestra este texto, las mujeres, niñas incluidas, hemos padecido ese poder.

Pero ahora, cuando nos preguntamos por la otra cara de la historia, es decir, por quiénes son los abusadores, nos encontramos con nuestros abuelos, padres, tíos, amigos, hermanos. Y esto no es un asunto menor. No hay un monstruo debajo de la cama. Hay un hombre construido bajo las mismas reglas que a nosotras nos impidieron hablar. Por eso, a los hombres, los invito a cuestionarse. Quizás en las historias de sus miedos más profundos, de sus vergüenzas más oscuras, de sus traumas más dolorosos, esté la pieza que hace falta.

Tal vez no sea el momento. Tal vez sea el momento de nosotras.

Por lo pronto, que continúe la conversación.

***

Liderada por @MutanteOrg, #HablemosDeLasNiñas es la primera conversación social en torno al problema de la violencia sexual contra las niñas en Colombia. ¡Levanta la mano y participa!


Este texto hace parte de #HablemosDeLasNiñas: la primera conversación social sobre violencia sexual contra las niñas en Colombia. Participa, conoce más de la iniciativa y haz tu aporte en www.mutante.org.

Elizabeth Otálvaro https://ift.tt/2QbxLNK

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