Artículo publicado por VICE México.
Vomitar puede suceder por muchas situaciones: un malestar estomacal, la peda, como consecuencia de algún tratamiento, nervios, montañas rusas, estrés y ansiedad, entre muchos otros detonantes. El vómito, según el doctor Joseph Mercola, “es un reflejo natural que a menudo ocurre como forma de protección”. Pero cada cuerpo funciona distinto y en ocasiones tardará más en presentarse el vómito; por ejemplo, si comemos unos tacos muy pesados a las 10 de la noche, quizás nuestro cuerpo tarde 4 horas en intentar expulsarlo, pero si nos intoxicamos con algo —o si nuestro cuerpo interpreta alguna sustancia como una amenaza— como una bacteria o un alucinógeno, como la mescalina o la psilocibina, la náusea, esa sensación que indica la proximidad del vómito, no tardará muchos minutos en aparecer.
Pero, ¿por qué en ocasiones vomitar nos hace sentir bien casi mágicamente? Pareciera que con sólo expulsar lo que hay en nuestro estómago, nuestro cuerpo se compone automáticamente, como cuando tenemos una fuerte migraña o varios tragos de más. ¿Quién no ha regresado a la fiesta después de una buena guácara? Cuando debatí esta idea con unas amistades no logramos llegar a la raíz de este veloz bienestar, así que busqué en internet y platiqué con un doctor para corroborar la información.
Emilio Pérez, médico de la CDMX, me dijo que cada reacción es distinta en cada persona. Pero existen procesos en el cuerpo que pueden generar esta ilusión de bienestar mágico que en ocasiones experimentamos después de vomitar. “Depende mucho de la causa detrás del vómito. Por ejemplo, cuando estás medio pedo, estás intoxicado. Entonces, vomitas y haces un reset de varias cosas que te ayudan: oxigenas mejor, descargas endorfinas, nivelas un poco la presión y sacas algo del alcohol. No es lo recomendable pero ya no continúas con la causa”. Pero esto funciona en ocasiones muy específicas —primordialmente en el terreno de la fiesta—; si el vómito es causado por otro asunto, no tendrá la misma sensación de alivio. “Si alguien tiene vértigo o náusea por alguna razón fisiológica o mecánica, va a vomitar pero no se va a sentir mejor, porque el vómito es una reacción secundaria, así que no experimentará una mejoría sólo por hacerlo varias veces”, me cuenta Emilio.
Ahora, regresemos a las endorfinas, esos bondadosos neurotransmisores que surgen de la glándula pituitaria y el hipotálamo durante la excitación, el enamoramiento, el consumo de ciertos alimentos o estimulantes y los orgasmos, mismas que se liberan después de vomitar, siendo una de las razones principales por la que en ciertos escenarios sentimos ese bienestar casi automático después de vomitar. Durante el proceso de expulsión, se ve involucrado en su totalidad el sistema nervioso y la mayoría de los músculos. Al vomitar —además de liberar estas endorfinas— se hiperventila y con eso cambia nuestra presión sanguínea y ritmo cardiaco, provocando algo parecido a la euforia que se siente después de practicar algunos deportes o rutinas de ejercicio aeróbicas, cuando nuestra respiración y presión se estabilizan y nuestra sangre está más oxigenada. Pero recordemos que experimentarlo de esta forma excluye ciertas causas del vómito —la mayoría— que no tendrán el mismo resultado.
Puesto en otras palabras, ese bienestar es como estar en una alberca que empieza a bajar de temperatura de forma súbita hasta casi matarnos de hipotermia, llenándonos de tristeza y nervios, pero antes de llegar a la muerte, le aumentan ciertos grados suficientes para devolvernos esa sensación de seguridad y control sobre los agentes externos en nuestro cuerpo, dándonos una ilusión —que en ocasiones puede estirarse por mucho tiempo— de bienestar automático, mágico y puro. La mayoría de las veces para seguir en la fiesta otro rato.
Luis ya no vomita en las fiestas —dice—, síguelo en Instagram.
Luis Carreño https://ift.tt/eA8V8J
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