Artículo publicado por VICE México.
Antes de ser la mujer mexicana del año, la primera indígena en ocupar una portada de Vogue y, en resumidas cuentas, la sensación en todos los medios y redes sociales, a Yalitza Aparicio le quitaba el sueño no tener un trabajo para poder pagar las deudas que tenía por su titulación como maestra de preescolar en Oaxaca.
Fue mesera, recepcionista de hotel y cocinera; limpió casas, cuidó niños. Hizo de todo. Luego apareció Roma y su vida dio un vuelco, de pronto se encontró frente al lente de una cámara que luego le atraería los reflectores en todo sitio donde pusiera un pie.
Yalitza aún no digiere lo que le está pasando. “Todo es nuevo, cada día me llegan cosas que nunca hubiera imaginado. Sin duda, es lo más desconcertante que me ha pasado en la vida”, dice, con la voz suave que la caracteriza.
Vestida con un huipil rosa de diseñador, la joven de 26 años está sentada en el medio del salón de un hotel de la Ciudad de México. Bosteza. Ha estado en entrevistas y sesiones de fotos desde ayer por la mañana. Toma un sorbo de agua, se despabila y cuenta que la vida que llevaba en Tlaxiaco —el pueblo mixteco donde nació— no le permitió siquiera desear alguna vez convertirse en actriz.
“Para nadie es una novedad que encontrar trabajo después egresar sea difícil, especialmente en Oaxaca. Yo le entré a todo lo que podía, estaba siempre fuera. No tenía ni tiempo, ni ganas de regresar a casa a mirar la televisión. Por lo mismo no conocía a Alfonso Cuarón, mucho menos me daba el lujo de soñar y de pensar que algún día fuera a trabajar con él.”
Las cosas se dieron como por magia: ella había acompañado a su hermana embarazada a hacer el casting y terminó entrando en su lugar debido a que ya estaba un poco imposibilitada por el bebé en camino.
“Me cuestionaron cosas bien raras. Yo no sabía que eso pudiera ser una prueba para algo. Querían saber si alguna vez me había enamorado, si tenía miedos, si creía en la amistad. Yo respondí lo que pude y salí un poco confundida. Ni me imaginaba lo que pasaría a continuación”, cuenta entre risas.
Poco después la llamaron para una segunda etapa de selección en la capital de Oaxaca, pero tanto ella como su familia desconfiaron. Gente de la producción de Cuarón tuvo que ir hasta Tlaxiaco para convencerlos de que todo estaba en regla y que se trataba de un proyecto serio. Accedieron, la acompañaron y Yalitza pasó a una tercera prueba que se realizaría en la Ciudad de México.
La joven no sabía nada del director cinematográfico. Googleó su nombre una noche antes del viaje y trató de memorizar su aspecto. Pero cuando estuvo frente a él, le quedó claro que todo era una farsa, que la habían engañado.
“Las otras tres chicas que habían llamado al casting estaban súper emocionadas de tenerlo cerca. Cuarón era distinto en fotos, hasta pensé que era una farsa. Entonces volteé a decirle a mi mamá que no era él, que algo no estaba bien y mejor nos fuéramos. Ella me dijo que no valía la pena echarse para atrás, habiendo venido desde lejos. Y pues sí: me animé.”
Ese mismo día Cuarón la eligió. Al final de la prueba la llamó a solas y le propuso ser Cleo, la protagonista de la película. Yalitza le dijo que sí, porque en ese momento no estaba trabajando en algo fijo y necesitaba pagar trámites de su titulación. Ahí fue cuando verdaderamente empezó todo.
Dice Yalitza que al principio sintió miedo. Fueron 20 semanas de rodaje y mucho tiempo sin volver a casa. Además, las jornadas de grabación eran sin guión: todos los días llegaba a enterarse de lo que haría, de la nueva faceta de la mujer que le tocaría interpretar. Incluso llegó a cuestionarse si estaba haciendo lo correcto.
"Lo que pasa es que yo estaba mentalizada a que trabajaría educando niños. Así que cuando me metieron a un quirófano y tuve que actuar un parto, o cuando tuve que repetir 60 veces la escena donde le confesaba a mi patrona que estaba embarazada, me pregunté si eso era mi vocación."
Con el tiempo, ella se convencería de que, más que la actuación, lo suyo era enseñar. Estar frente a una cámara era sólo un medio. Yalitza asegura que, una de las cosas que más satisfacción le ha dado Roma, es poder expresar los sentimientos de una persona que normalmente no tiene voz, así como enseñarle a todos un poco de Oaxaca y de los movimientos sociales que han marcado la historia de México.
"A los normalistas nos dan una educación que da mucha importancia a los derechos estudiantiles. Por eso mismo entendí muy bien qué hacer en las escenas donde revivimos el Halconazo. No puedo negar que en algún momento pensé en nuestros compañeros de Ayotzinapa, en todo lo que ha ocurrido y hemos tenido que ver en una pantalla para dimensionarlo mejor."
A final de cuentas, dice, siguió enseñando. Nunca perdió el contacto con los niños. Sin planearlo, Roma fue una extensión de lo que siempre ha querido. Por la misma razón, asegura que participaría actuando en otro filme sólo si fuera de una historia en la que pudiera interpretar un papel que dejara una clara enseñanza.
La lección que se lleva ella tiene que ver con los sueños que nunca tuvo. Yalitza piensa que las circunstancias que ahora le tocan vivir son la prueba más grande de que nada es imposible, “de que sin importar el físico o el origen, todos somos capaces de llegar lejos y demostrar de qué está hecha nuestra cultura, nuestro temple”, dice, y de pronto ella misma parece más grande en el medio de ese enorme cuarto de hotel.
Después de pensar que todo había sido una trampa orquestada por Cuarón, ahora la oaxaqueña dice que lo quiere. Haber interpretado el papel de la mujer que crió al cineasta significó mucho para ella, y para él. La relación que tienen hoy es como de familia.
“Él fue mi guía y me explicó con mucha paciencia todo lo que yo no sabía. Incluso me dejó conocer a Libo, la persona en la que está inspirado mi personaje. Esa fue una experiencia preciosa que me dejó claro que Roma era un homenaje a ella y a todas las nanas. Desde se momento entendí que tenía una gran responsabilidad con ambos, y con todos los que pudieran sentirse identificados.”
Yalitza cree que conoce bien a Cuarón. Sumergirse en su infancia fue un algo muy íntimo. A veces le dice en broma que es su mamá, que ella lo creció, y él responde que sí y la abraza. “Cuando veo hacia atrás me doy cuenta que la película me dio mucho de lo que yo siempre quise: buenos amigos, la oportunidad de aprender y enseñar sin tener un pizarrón enfrente, la cercanía con niños, la capacidad de soñar de nuevo”.
Después de todo, quizá no fue sólo un golpe de suerte. Yalitza fue la indicada para encarnar a Cleo desde siempre.
Ollin Velasco https://ift.tt/2rN0LRw
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