Artículo publicado por VICE Colombia.
Para empezar, desde su campaña, el actual alcalde de Bogotá, Enrique Peñalosa, estaba éticamente descalificado como candidato. Peñalosa llevaba décadas mintiendo sobre sus estudios, incluso afirmando que tenía un doctorado: en medios de comunicación, en foros académicos, en sus publicaciones y, peor aún, después de su elección en 2015 mintió en la hoja de vida de la Función Pública (un formato en el que todos los servidores deben suscribir sus datos biográficos, incluidos estudios y experiencia laboral). Esto es gravísimo, porque, como él mismo lo admitió, no tiene: “ni maestría ni doctorado". Tiene, en cambio, "un posgrado del Instituto Internacional en Administración Pública (IIAP), en París, y otro posgrado de la Universidad de París”. No lo dice de frente, pero el subtexto de su afirmación es que engañó al Estado y al país consciente y sistemáticamente durante mucho tiempo.
Y ese es apenas un dato. Uno solo de tantos que lo hacen un pésimo alcalde.
Van tres años de su segunda Alcaldía. Es decir, tres años de errores, de mal gobierno, de desprecio por la ciudadanía, por el medio ambiente, por el futuro. Y lo peor es que no pasa nada. Nada tumba a Peñalosa. El establecimiento lo ama, y por eso, al final, ni la Fiscalía, ni la Procuraduría lo van a investigar, a pesar de que existan fuertes evidencias de su corrupción (término por el que también entiendo faltas éticas que no necesariamente tienen sentencia judicial). El poder está a su favor.
Por ejemplo, cuando se recaudaron las firmas para permitirnos votar su revocatoria y la Registraduría verificó que se cumplieron los requisitos de Ley, el Consejo Nacional Electoral decidió ponerse a trabajar y no solo nos dejó sin la posibilidad de quitarle el poder a Peñalosa, sino que además va a investigar al promotor de la campaña de revocatoria.
A continuación, explicaré algunas de las muchas razones por las que considero que Peñalosa, además de corrupto (en el sentido que ya expliqué de corrupción), es un pésimo alcalde, que no ha cumplido con la realización de las grandes obras de infraestructura que prometió y por las que lo eligió una tercera parte del electorado bogotano. Este pseudogerente dejará a la ciudad amarrada a un modelo de antaño. Atada al pasado que él mismo ayudó a "construir".
1. Las "prioridades" del alcalde
El pasado 27 de noviembre algunos medios, como la W Radio, publicaron un audio en el que el alcalde de Bogotá decía a sus funcionarios distritales lo siguiente: "¿Cómo así? No entiendo qué es lo que están controlando de los parqueaderos. Yo pienso que uno, en principio, debería tener cosas más interesantes que hacer que ponerse a controlarle (sic) a los parqueaderos si son legales o ilegales. En fin, ese tema me parece que no es ninguna prioridad. ¿De dónde sacaron que era una prioridad controlar los parqueaderos?".
Este audio revela —con toda certeza— la posible comisión de uno o varios delitos por parte del negligente Peñalosa. Al menos, se configuraría un prevaricato por omisión, definido en el Código Penal como: "El servidor público que omita, retarde, rehúse o deniegue un acto propio de sus funciones, incurrirá en prisión (…)". Es decir, el funcionario público que no cumpla con sus funciones, por omitirlas o rehusarse a ejercerlas, incurre en esa conducta criminal. Como se escucha en el audio, nuestro gerente estaría prevaricando. Peor aun, además de reconocer que él omite investigar la legalidad o ilegalidad de los parqueaderos, les ordena a sus subalternos que no vigilen el tema, que eso no es "prioridad".
2. Buses tóxicos
A pesar de la gran oposición ciudadana, de los conceptos de expertos, de la academia, o de que está en juego la calidad del aire y la salud de los bogotanos, o de que es un hecho que la ciudad ha alcanzado los niveles históricos más altos de contaminación, la Alcaldía de Peñalosa contrató (para renovar la flota de Transmilenio) la compra de buses diésel con tecnología EuroV, los cuales desde 2015 están prohibidos en Europa por la cantidad de partículas contaminantes que emiten .
Según un reporte oficial, de los 1.383 buses nuevos que se van a comprar, 672 (48,5 por ciento) serán diésel Euro V, y 461 serán a gas (33,3 por ciento). Ninguno eléctrico. Este asunto es de la mayor gravedad: estos buses van a rodar por la ciudad por lo menos por 10 años y nosotros vamos a tener que seguir en una ciudad con una alta densidad poblacional, con un sistema de transporte basado únicamente en los buses, sin metro, ni tranvía, nada que permita salirnos del modelo que planteó Peñalosa para la ciudad hace 20 años y que hoy ha mostrado su colapso. Mientras tanto, Medellín abrió licitación para la compra de 55 buses eléctricos y Cali comprará 26 vehículos de este tipo. Estas ciudades le están dando ejemplo a la capital y optaron por comenzar el cambio de modelo a buses que funcionan con energía más limpia.
Estaremos atrapados en un modelo de transporte público fracasado, en el que Peñalosa insiste que debemos estancarnos, basado en Transmilenio y sus buses tóxicos para la salud y el ambiente de los bogotanos. Incluso, ya va a salir la licitación para el Transmilenio por la Séptima, sin que el alcalde haya querido escuchar las voces de los habitantes de la zona que, con sustento, se oponen a estas obras (acá dejo el link con varias de las razones de quienes se oponen.
Gracias, alcalde.
3. Kike: el Paul Bunyan colombiano
Paul Bunyan, según su leyenda, era un leñador gigantesco y lleno de vitalidad del norte de Estados Unidos, que moldeó a su antojo, o por accidente, algunos de los paisajes más espectaculares de ese país. Dicen las historias del folclor norteamericano que con sus inmensos pasos y su gran hacha creó el Gran Cañón, o que un enorme balde de agua que cargaba en su remolque tuvo una fuga, mientras caminaba por las montañas de Minnesota, y se irrigó como una gran corriente hacia el sur, dando vida al río Mississippi.
Lamentablemente, la obra del leñador colombiano, Kike, se distingue mayormente a la del gigante Bunyan: en vez de crear hermosos paisajes, de proteger el ambiente, de darle vida y belleza a nuestro entorno, este gigante amante del cemento disfruta cortar árboles sin ningún fundamento científico: ya arrasó con el parque El Virrey, con la Calle 92, con la carrera 9 (norte), con la avenida El Dorado, en menosprecio de los ecosistemas urbanos, el aire limpio y las voces de la sociedad civil.
Por ejemplo, este año su Alcaldía se dedicó a cortar miles de árboles, muchos de ellos de más de cien años. Pero esta no fue la primera vez en que Peñalosa se propuso la ejecución de un genocidio vegetal como el que vimos en 2018. En el año 2000, Bogotá fue víctima de otro arboricidio durante la primera Alcaldía de este irresponsable sin consciencia ambiental. En aquella época se denunció que, a marzo 28 de 2000, la ciudad había perdido más de 14.870 árboles, mientras que el jardín botánico reportó haber sembrado 3.000 sustitutos.
En su más reciente arboricidio, Peñalosa está buscando equiparar o superar las cifras de aquel entonces, y en las madrugadas, a escondidas y mientras todos dormíamos, puso las motosierras a trabajar. Hasta septiembre de 2018 había talado 10.000 árboles, faltando más de un año para cerrar su administración. Aún cuenta con suficiente tiempo para continuar con su tarea de dañar la ciudad.
Entre otras cosas, la Contraloría encontró sobrecostos en la contratación de la tala y, también, del mantenimiento de los que siguen en pie. Por ejemplo, por la tala de cada árbol que hace parte de las troncales de Transmilenio, se debió haber pagado $93.100 pesos por cada árbol y, por el contrario, se pagó $712.000. La Personería denunció irregularidades y manifestó en un comunicado que: “se concedieron licencias para la tala de 1.192 árboles bajo el argumento de hacer un rediseño paisajístico. Hay árboles que están en perfectas condiciones, con los que la gente ha convivido y no existe una razón justificada para que se talen”. Vale contarles que a los bogotanos les puede costar hasta un millón de pesos la tala de un árbol, según lo afirmó el mismo Jardín Botánico.
La diversidad de árboles, en tamaños, ubicación, tipos y formas, favorecen la fauna urbana y permiten la coexistencia del ser humano con un ecosistema más amigable y diverso. La lógica de Peñalosa, la de un urbanismo industrial, busca homogenizar los paisajes, le molesta la diversidad paisajística que, en muchos casos, la naturaleza misma le ha terminado dando a la ciudad.
4. El neoliberal que prioriza lo privado sobre lo público
Tal vez el mérito más grande de Peñalosa fue publicitarse en la opinión pública como “gerente” y “experto” en temas de urbanismo, como un mal político, pero un excelente administrador, pero sus decisiones están cargadas, como las de todos, de un fuerte contenido ideológico, que en su caso es abiertamente neoliberal. Una de esas decisiones que afortunadamente no pudo concretar, fue la privatización de la ETB para financiar su amado Transmilenio (según él para colegios y hospitales), porque la semana pasada el Tribunal Contencioso Administrativo de Cundinamarca tumbó el artículo del plan de desarrollo de la ciudad en el que se autorizaba la venta de la empresa.
El año entrante comenzará la contienda por la Alcaldía de Bogotá 2020-2023, tenemos que pensar en qué modelo de ciudad queremos, qué futuro quieren dejar los bogotanos a sus descendientes: ¿la actual?
ETB es una empresa fuerte que genera altos rendimientos para el Distrito, por ejemplo, solo en el tercer semestre de 2018 obtuvo utilidades por más de 24 mil millones de pesos. Asimismo, la empresa ha venido reduciendo la deuda que generó la inversión que realizó para modernizarse y tener la mejor red de fibra óptica del país. Sería un desastre entregar esa mina de oro a los inversionistas privados, que se hacen agua la boca solo imaginando su compra.
Finalmente, para ser elegido alcalde (2016-2019), después de dos intentos previos fallidos, Peñalosa contó con sectores muy poderosos, entre los que se encontraban principalmente constructores a quienes beneficiará con su Plan de Ordenamiento Territorial (POT). Este plan tiene una vigencia de 12 años y promueve la expansión de la ciudad (manteniendo espacialmente excluidos a los más pobres) en sectores del occidente, el sur y algunas partes del norte de la ciudad, lugares donde los financiadores de Peñalosa ya tenían comprados lotes de terreno para construir, y quienes con la propuesta de POT de Petro habían perdido la oportunidad de realizar sus proyectos. Vale aclarar que estos proyectos traen obligaciones para las empresas constructoras, como la construcción de vivienda de interés social o la urbanización de las zonas donde alcen sus edificaciones, pero en el fondo ellos, los constructores que financiaron a Peñalosa, serán los más beneficiados.
El año entrante comenzará la contienda por la Alcaldía de Bogotá 2020-2023, tenemos que pensar en qué modelo de ciudad queremos, qué futuro quieren dejar los bogotanos a sus descendientes: ¿la actual? ¿Una ciudad contaminada, invivible, con un sistema de transporte colapsado, en donde los intereses de unos pocos son los que la moldean? A todos nos corresponde analizar bien las propuestas de los próximos candidatos y ser conscientes de sus alianzas, de sus financiadores (¿a quién deberán pagar por el apoyo y cuál es el costo para la ciudad?) y de qué están proponiendo para mejorar, entre otras cosas, la calidad de vida, el ambiente y la salud de los bogotanos.
Álvaro Carreño Ordóñez https://ift.tt/eA8V8J
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