Artículo publicado por VICE Argentina
El G20 congregó a los principales líderes del mundo para: a) ser escenario de la lucha entre Estados Unidos y China b) ensayar nuevos modelos de relaciones internacionales que superen las crisis de nuestra época c) ser una pantalla para distraer la atención de las masas d) joderle la vida a los porteños ¿Cuál es su respuesta favorita?
El encuentro político más importante del mundo pasó por Buenos Aires y eclipsó toda otra actividad humana o natural durante dos días. Toda. Incluso un sismo, algo casi insólito en estos lares, no logró distraer la atención de lo que hacían o dejaban de hacer los líderes mundiales en predios custodiados por —en términos nada figurativos— un ejército. Ciudad sitiada o ciudad-escenario del mundo, país generoso o país supermercado del mundo, derrota cultural vía Gauchito Gil en food trucks para sherpas o consagración cultural vía gala en el Colón, circo para que los periodistas nos llevemos una botella de “agua patagónica” a casa o hito histórico para la Argentina como mediador de relaciones internacionales. Entre esos extremos rescatamos algunos de los hechos sobresalientes del fin de semana en que el Aleph de la política mundial se escondió en el subsuelo de Güerrín.
“Todo esto es un circo”, me dijo una colega de una cadena internacional entre la resignación y la pasión por tratar, año tras año, de darle el giro preciso al cubo para que alguna vez le coincidan todos los colores, que son todos los colores del mundo. “El mundo no existe pero acá está”, se podía pensar a medida que se colmaba el centro de medios. “Esta obsesión por pensar la política exterior argentina como si existiera el 'mundo' como sujeto político”, twitteó otra colega en el fragor de la artillería. Y es así. Las ojeras de mi compañera de mesa francesa no se oscurecieron por la misma razón que las de los colegas mexicanos que cortaron a las 2 am cuando ni los de Bloomberg estaban haciendo lo suyo. Y mucho menos por las razones de los 200 empleados de cocina, comedor y fajina que sostuvieron todo esto desde sus tres turnos diarios de 12 horas. La mayoría venían a trabajar al predio alquilado para el G20 desde Provincia. Algunos no tuvieron otra opción que dormir en la cocina o en algún lugar de la ciudad con precio amigo. Porque sin tren no se podían volver. “Con estos tres días ya pago el alquiler de mi casa y quedo limpio, el resto es para mi hija”, me dijo Maxi, que trasnochó adentro para no volver a Moreno.
El mundo no existe, pero estuvo en Buenos Aires. Y a la vuelta, en al atardecer de Puente Alsina, con el sol cayendo sobre el Riachuelo y el mástil de Huracán, era muy difícil no pensar que Pompeya, visto así, algo tiene de Estambul.
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