Favores, sanaciones, protecciones y milagros, son algunos de los atributos a la Virgen por los que millones de católicos acuden al templo del Cerro del Tepeyac cada 12 de diciembre. La Basílica de Guadalupe, la misma que la Virgen pidió a Juan Diego construirle, da sitio a la segunda congregación más importante en el catolicismo, sólo detrás de la que en el Vaticano sucede.
Son las 11 de la noche del 11 de diciembre y algunos corren emocionados al ver que faltan sólo unos metros para poder dejarle regalos a su madrecita, como ellos le llaman. Algunos con los rostros desencajados de dolor y con las rodillas hinchadas; otros, tirados en las aceras, reciben las palabras de motivación de sus acompañantes: “Ya es el último tramo”.
Una familia de cuatro integrantes se acerca a los paramédicos para que los ayuden a repartir las cajas de tortas que ellos han preparado. Le pregunto a Alejandra, de 39 años, si cada año vienen a repartir tortas a los fieles. “Es una manda que le debo a la Virgen”, me dice, ya que su hermano sufrió un paro respiratorio y después de no creer en nadie, Alejandra está convencida de que la Virgen lo salvó.
Esta tradición, que se ha transmitido generación tras generación desde hace aproximadamente 500 años, sigue ferviente entre las nuevas generaciones de distintas latitudes del mundo. Cargar una imagen del doble de tu tamaño, caminar por días con el sol a plomo y el frío nocturno prácticamente de invierno o subir un cerro de rodillas son mandas que no cualquiera cumple. Platicamos con los peregrinos para saber qué vienen a pedir o a agradecer a la Virgen Morena.
Karen tiene 22 años y es la primera vez que viene a ver a la Virgen. “Vengo a agradecerle. También es una manda que tenía pendiente. Le pedí mucha ayuda a la Virgen con mi ingreso a la maestría de la UNAM y el viernes dieron los resultados, y pues aquí estoy”.
Irving Cabello https://ift.tt/2QstJoy
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