Artículo publicado por VICE Argentina
Una imagen como radiografía de la época. Trece mujeres sonrientes paradas al sol en una de las escalinatas de mármol blanco de la casa de Villa Ocampo, una elegante estancia de San Isidro que perteneció a la escritora argentina Victoria Ocampo, una de las primeras mujeres feministas del país. En el centro, Juliana Awada como anfitriona. A su izquierda, la exmodelo nacida en la Yugoslavia de Tito, Melania Trump, que pasará a la historia por ser la primera esposa no americana de un presidente de los Estados Unidos. A la derecha de Awada, la popular cantante china Peng Liyuan. Su fama hizo que Xi Jinping durante años fuera conocido como el "marido de Peng" hasta que éste fue nombrado secretario general del Partido Comunista, cargo que lo llevó a la presidencia. A medida que avanzaba la carrera política de Xi, las apariciones públicas de Peng como soprano disminuían. Trece mujeres en el almuerzo de acompañantes de los líderes del mundo. Ningún varón.
En el mismo momento en que Mauricio Macri compartía su discurso de clausura de la cumbre de líderes mundiales en Buenos Aires, López Obrador asumía como presidente de México. AMLO confirmó que bajo su gobierno no existirá más la figura de primera dama. Su esposa, Beatriz Gutiérrez Müller, escritora, periodista y Doctora en Teoría Literaria dijo en un acto de campaña que había que poner fin a la idea de la primera dama en México porque “no queremos que haya mujeres de primera ni de segunda". También confirmó que no se hará cargo del sistema nacional para el Desarrollo Integral de la Familia, organismo público asignado a las primeras damas.
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En Argentina, como en gran parte del mundo, la figura de primera dama no es más que un cargo protocolar que no tiene funciones escritas en ningún lado, ni responsabilidades concretas. Por lo general, las primeras damas no tienen asignadas una oficina de Estado, ni cuentan con presupuesto propio, tampoco tienen funcionarios a su cargo más allá de un par de asesores o prensa. Este punto abre el debate acerca de la necesidad o no de formalizar el cargo. De ser así ¿estaríamos institucionalizando el nepotismo o por el contrario reconoceríamos el trabajo de las mujeres (y algunos poco varones) de los presidentes? ¿sería conveniente asignarle un presupuesto para que cuenten con recursos y de este modo cumplan su rol con mayor autonomía o, por el contrario, estaríamos fortaleciendo a una persona que no fue electa? Imaginemos ¿serían las cosas igual si la mayoría de los acompañantes de los jefes o jefas de gobierno fuesen hombres?
Emmanuel Macron hizo una prueba, sin éxito. En campaña, sostuvo que iba a crear en Francia un estatuto oficial para la primera dama para así darle “entidad y transparencia” a la función que cumplen las mujeres de los presidentes. Sin embargo, desató el escándalo. El presidente francés tuvo que aclarar que la medida no implicaba un nuevo gasto para el Estado ya que no contaría con nuevos recursos, tampoco cobraría un sueldo, ni implicaba una reforma en la Constitución. Finalmente, los franceses juntaron más de 300 mil firmas en tres semanas para darle forma a un petitorio que echaría por tierra la iniciativa.
Existen primeras damas que se sienten cómodas con los mandatos, otras que buscan romperlos y otras que buscan expandir las fronteras sin quebrar. Sophie Grégoire es una de ellas. En Argentina, la esposa de Justin Trudeau fue una de las pocas con agenda propia. Se reunió periodistas y activistas feministas para debatir temas de género, intercambiaron medias con la estampa de los pañuelos verdes a favor de la legalización del aborto en Argentina y cuentan que dijo en perfecto español 'ni una menos, vivas nos queremos'.
Fuera de Canadá, un vínculo familiar menos conocido pero más relevante en términos políticos es el del primer ministro canadiense con su padre. Justin es hijo del ex primer ministro Pierre Trudeau y de Margaret Joan Sinclair, quienes se casaron cuando ella tenía 22 y él 51 años. Los casi 30 años de diferencia de edad fueron leídos en esa época más como una habilidad de gran galán que como el comportamiento de un perverso. Varios años más tarde, Margaret fue víctima de un escándalo mediático por bailar de noche en un boliche en Nueva York, también por confesar que se había practicado un aborto cuando todavía era ilegal y por pasar una noche con Mick Jagger. Ella escribió en sus memorias que desde el día que se convirtió en la señora de Trudeau, “se me introdujo cuidadosamente en una vitrina de cristal, como un paciente de un hospital psiquiátrico que ya no es capaz de tomar decisiones".
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En 1936, Victoria Ocampo creo la Unión Argentina de Mujeres para frenar un proyecto de reforma de ley que buscaba impedir que las mujeres casadas dispongan de bienes propios. Hoy, en pleno siglo XXI, parece seguir siendo difícil desprenderse de los estereotipos de género que definen el rol político de las primeras damas.
Si existen esposas de presidentes como Hillary Clinton —primera mujer de la historia de los Estados Unidos en ser candidata a la presidencia— que conviven con otras como Juliana Awada, es porque existen distintos tipos de mujer vinculados a la esfera pública. Por lo tanto, asignarles una competencia vinculada a lo emocional, a la moda y a los cuidados es al menos cuestionable. Awada puede estar movida por su propio deseo al estar cumpliendo el rol de primera dama, pero estandarizar el comportamiento de estas mujeres reduciéndolo al campo de lo emocional y de los cuidados habla de una sociedad que todavía se rige bajo el control de una mirada androcéntrica del mundo.
Para saber si algo es o no sexista a veces basta con pensar qué pasa si ponemos un varón ahí donde ahora tenemos una mujer ¿existirá la figura de primera dama, con el nombre que sea, cuando una mayoría de presidentes sean mujeres? ¿querrán esos hombres que acompañen a esas mujeres fuertes ser la cara emocional de las líderes? ¿podemos imaginarlos recorriendo museos, visitando hospitales de niños y participando de alguna causa noble pero de bajo riesgo político como la obesidad o la malaria?
Aún hoy, son sólo dos las mujeres entre una veintena de líderes políticos. Aún hoy, no sorprende no encontrar varones entre las primeras damas. Todavía hoy, seguimos teniendo un mundo donde los varones gobiernan y las mujeres acompañan.
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