Artículo publicado por VICE Colombia.
Que sí, pero que con más limón que aguardiente. Que el aguardiente no, pero que el ron puro sí. Que media copa de guaro con el resto de limón lo deja a uno listo. Que ni siquiera le enfermedad debería prevenirlo a uno de tomar ese líquido mágico porque todo lo cura. Que como es alcohol le limpia y le desinfecta a uno todo y con al menos dos copas es santo remedio. Que como es “ardiente” uno se calienta y entonces el calor cancela el frío de la enfermedad.
Eso me dijeron varias personas—muchos expertos en el arte de beber—cuando me senté en una cantina a cuestionar los poderes legendarios, mágicos y curativos del aguardiente. Todos hemos estado ahí, viernes por la noche, con un amigo de uno invitándolo a tomar, y uno resistiéndose a la idea con la excusa de “es que tengo gripa”, solo para obtener la clásica respuesta de “eso con un guarito se le pasa”. Es algo que hace parte del imaginario colectivo y de la tradición mística criolla que también cree que abrir una sombrilla en un lugar cerrado es de mala suerte, que las lentejas en los bolsillos traen riquezas, o que el primer trago de una botella siempre debería regarse al piso para las almas del purgatorio.
Ese líquido embriagante que la RAE define como un “alcohol diluido en agua” y una “bebida espiritosa que, por destilación, se saca del vino y de otras sustancias”, es quizás la bebida alcohólica con mayor identificación cultural del país. Una sustancia pecaminosa de infinidad de variedades y marcas: simple y compuesto, de manzana, o de caña de azúcar, con anís, o con ajenjo, Antioqueño, Néctar, o Tapa Roja. Un producto histórico que se remonta casi a la época colonial, cuando se creía que la producción y el consumo de alcohol como la chicha, tenían propiedades medicinales para tratar la diarrea o la gripa y la pulmonía. Una bebida que, sin lugar a dudas, con base en datos científicos, y según lo dictado por el sentido común, en realidad NO tiene propiedades curativas.
Lamentablemente para ti y para mí, no existe ningún estudio científico y ningún fundamento real que compruebe que el consumo de bebidas alcohólicas como el guaro (y sus derivados) tienen un efecto que alivie o desaparezca los síntomas de resfriados o gripas. “El aguardiente es azúcar, y es una bebida fermentada que en ningún momento va a ayudar a mejorar un proceso viral como la gripa. No sirve para curarla, eso es totalmente falso y no tiene ningún fundamento ni farmacológico ni fisiopatológico”, me dijo el médico Yesid Sabogal.
Los conspiradores creen que cuando uno ya tiene la gripa algo desarrollada, beber alcohol va a matar el virus porque el alcohol todo lo limpia. “La gente cree que el alcohol es para limpiar o desinfectar y que si se lo toman se van a curar. Algo muy equivocado porque se tendría que consumir en niveles muy altos”, dijo Sabogal. Y es que para obtener los beneficios desinfectantes del alcohol, se tendrían que variar las concentraciones, ya que según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), el alcohol en concentraciones de 60 a 80 por ciento “es un potente agente virucida que desactiva todos los virus lipofílicos (por ejemplo, herpes, vaccinia y virus de la influenza) y muchos virus hidrofílicos”.
Lo anterior quiere decir que se necesitaría de una concentración etílica extremadamente alta y pura para que el alcohol actúe como agente limpiador, una concentración que no se acerca a la que comúnmente tienen marcas como el Antioqueño o el Néctar, que suele ser del 29 por ciento por cada 750 ml. En otras palabras, el flujo sanguíneo necesitaría más alcohol que sangre, y teniendo en cuenta que una cantidad de 5 g/L (casi el 0,5 por ciento) de alcohol en la sangre representa riesgo de muerte por envenenamiento, primero tendríamos que morirnos antes de matar el virus.
Otra teoría afirma que el aguardiente con añadidos, dígase limón, naranja, miel, o incluso calentándose, ayuda a calmar o disminuir el dolor de garganta. Bueno, eso tampoco. Según Sabogal, “el alcohol altera los sentidos y cambia la percepción de las cosas. Puede que uno sienta que ayuda a mejorar los síntomas, pero no podría nunca eliminarlos, ni con limón, miel, aguapanela o naranja”. Aunque sí se ha comprobado que el limón, la miel o el mentol sí mejoran la sensación de garganta irritada y ofrecen alivio para la tos, los resultados cuando se combinan con bebidas alcohólicas son meramente anecdóticos.
Y de nuevo, como se supone que el alcohol desinfecta superficies, y se cree que la garganta es una superficie lista para ser desinfectada, creemos que un shot de cualquier cosa que se llame guaro, tequila, ron o whisky puede curarnos. Pero esto se puede desmentir de dos formas ya que, primero, el alcohol no permanece en la garganta el tiempo suficiente para esterilizarla, y se termina combinando con la saliva; y segundo, el alcohol solo despejaría la parte superior de la garganta, y no pasa por el resto del tubo de respiración, donde suele estar el virus.
Además, también hay estudios que han comprobado que cuando uno se encuentra en un estado de enfermedad y consume medicamentos, la ingesta de alcohol en exceso podría “disminuir la acción terapéutica del medicamento e, inclusive, hasta anularla por completo, potenciando los efectos secundarios de los medicamentos como las náuseas, el sueño, o la pérdida de coordinación”. Sin embargo, el panorama no es tan oscuro, porque hay otros estudios que afirman que si uno tiene inclinación a las bebidas alcohólicas, el consumo regular—pero cuidadoso—de hasta tres o cuatro tragos al día de bebidas como el vino ayudan a la disminución de las enfermedades e infecciones. Lo que quiere decir que el alcohol (bien tomado) puede tener un efecto protector.
La conclusión final: el consumo de alcohol y de bebidas como el aguardiente, definitivamente no ayuda a la disminución de virus o síntomas de enfermedad, sino que puede que en ocasiones los empeore. Pero en un país de malos tomadores es muy probable que el imaginario de que el aguardiente tiene propiedades milagrosas esté lejos de desaparecer. Más aún cuando para el año pasado, el aguardiente seguía siendo la bebida con mayor demanda en Colombia, con un consumo per cápita de 2,2 litros al año, según La República.
Entonces, ¿has sentido que después de una o varias copas de aguardiente tu dolor de garganta desapareció? ¿Después de una noche de copas te has despertado milagrosamente con guayabo, pero no con la gripa que llevaba acechándote por días? ¿El ardor y el calor del guaro te han quitado la infección de garganta de encima? Bueno, en realidad no hay ciencia ahí, lo más probable es que ya estuvieras borracho.
Paola Llinás https://ift.tt/eA8V8J
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