Hagamos un repaso vertiginoso de lo sucedido desde nuestro último reporte:
Tras la velada por Melvin Josué Gómez Escobar —hondureño de 21 años que falleció atropellado el domingo 21 de octubre en el camino hacia Estados Unidos— empezó la rudeza mexicana. A la noche siguiente, las autoridades de Huixtla les fumigaron encima mientras descansaban en la plaza del pueblo. Avanzaron fumigados. Pasaron Escuintla y llegaron a Mapastepec, siempre en Chiapas, siguiendo la ruta 200 que va paralela a la costa.
En la asamblea del jueves 25 de octubre decidieron que se irían por Veracruz, dando un giro sorpresivo que descartaba definitivamente subirse al tren. Al día siguiente, la cabecera de la caravana llegó a Arriaga, la última ciudad de Chiapas en una ruta invisible, trazada por décadas y millones de pasos.
Mientras el mecanismo nacional de prevención de la tortura en México denunciaba las malas condiciones de reclusión en que se tiene a los migrantes que tramitan su refugio en México o esperan su deportación en la estación migratoria “Las Agujas” de la Ciudad de México, del otro lado del Suchiate, en Tecún Umán, Guatemala, se reunían cientos de personas para ingresar juntas a México.
Un día antes de la gaseada, el Washington Post publicó que se había alcanzado un acuerdo entre el gobierno de López Obrador y el de Trump para que los solicitantes de asilo en Estados Unidos, sean enviados a México para permanecer aquí el año o dos que tarde la resolución de su caso allá. De acuerdo con organizaciones sociales vinculadas con el tema consultadas por este medio, esta puede ser la solución de fondo que se dará a la caravana migrante, que inaugurará un nuevo método para ingresar legalmente a Estados Unidos, aunque violente sus derechos de decidir dónde vivir.
Eliana Gilet https://ift.tt/2C5jYDL
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