Artículo publicado por VICE México.
La producción pesquera en México se encuentra en una disyuntiva: ya no puede generar suficientes ganancias para sacar de la pobreza a quienes se dedican a ella de manera artesanal, pues mayor explotación superaría los límites de la sustentabilidad.
El mar, en su majestuosidad, también tiene sus límites y obligará a las autoridades a generar esquemas de apoyo que vayan más del subsidio, pues los peces ya no alcanzan para tanta población que depende de ellos.
La pesca es uno de los oficios más azarosos. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) lo considera el trabajo más peligroso del mundo, por las dificultades que implica subirse a una panga y salir a mar abierto para conseguir la cuota del día.
Los pescadores ribereños salen de madrugada y vuelven pasado el mediodía. Regresan con las manos repletas de llagas de tanto jalar redes y con la piel lacerada por las horas bajo el sol costeño. El poco producto que sacan apenas les alcanza para cubrir los gastos del combustible y llevar dinero a casa. La mayoría vive al día.
Con más gente en la faena marina cada día y menos producto disponible para sacar, los pueblos costeros de 17 estados mexicanos llevan años hundidos en la marginación. En esas comunidades, la pobreza, insalubridad y atraso educativo se mezclan diariamente con la brisa marina.
En el caso del Golfo de California, una de las regiones con mayor riqueza y diversidad biológica, la marginación también está presente. Un estudio realizado por científicos del Scripps Institution of Oceanography, la University of British Columbia (UBC) y la consultora Marine Fisheries Ecology, muestra que incluso si los pescadores ribereños del también llamado Mar de Cortés explotaran al máximo las pesquerías bajo estándares de sustentabilidad a largo plazo, sus ingresos difícilmente los ayudarían a salir de la pobreza.
Expertos consultados por VICE mostraron su preocupación, pues si esto sucede en una región donde Baja California, Baja California Sur, Nayarit, Sonora y Sinaloa generan ganancias anuales por 8 mil millones de pesos, la marginación en otras zonas con menor producción y ganancia como Oaxaca o Guerrero podría ser peor.
“La pesca no va a aportar servicios de salud, construir carreteras, no les va a poner luz a estas comunidades, creo que es importante para incrementar el bienestar políticas que verdaderamente se enfoquen en los problemas de fondo que hay en las comunidades pesqueras, no solo sobre el manejo pesquero mismo, aunque siempre es importante el estado del ecosistema marino, pero el bienestar humano depende de mucho más trabajo”, señala el biólogo Andrés Cisneros, coautor del estudio e investigador del Instituto para Océanos y Pesquerías en la UBC.
Hasta el momento, las autoridades federales y pesqueras no han actuado con políticas integrales que involucren temas ambientales, económicos y sociales. Por el contrario, la narrativa institucional y los planes de desarrollo siguen motivando la entrada de más gente al mar con subsidios para el combustible, lanchas y motores, situación que no se vislumbra diferente con el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
El subsidio: arma de doble filo
La pesca en México ha sido una fuente de recursos naturales y económicos que desde los años setenta comenzó a ser explotada de forma industrial, con apoyo para embarcaciones y combustible otorgados por el gobierno federal. Actualmente se generan 1.8 millones de toneladas al año (entre pesca y acuicultura) y hay dos grandes sectores que la conforman: la pesca ribereña o artesanal que se dedica a la producción de especies como calamar o camarón, y la pesca industrial con especies objetivo como atún y sardina.
De acuerdo con datos de Conapesca, la pesca y acuicultura mexicana producen ganancias por 38 mil millones de pesos anuales en promedio, a través de 11 mil 500 kilómetros de litorales. Y aunque en la pesca industrial se captura casi el doble de toneladas de pescado y mariscos, las ganancias de los pescadores artesanales son 2.5 veces mayores a la industrial, según la plataforma Datamares.
Tomando en cuenta que la pesca ribereña en el Golfo de California genera ganancias por 8 mil millones de pesos y es la región pesquera más productiva del país, resulta difícil entender cómo es posible que los pescadores artesanales viven marginados en sus comunidades.
Por medio de un análisis bio-económico donde incluyeron variables como las toneladas de descarga pesquera registradas por la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) en los últimos 16 años, las ganancias promedio de 11 subregiones costeras, así como los indicadores de pobreza referidos por Naciones Unidas, los autores concluyeron que aún si se alcanzara el Máximo Rendimiento Sostenible (MSY, por sus siglas en inglés) en el Mar de Cortés el 80 por ciento de los pescadores golfeños se mantendrían por debajo de la línea de pobreza, es decir, no podrían cubrir sus necesidades básicas en un año.
El estudio titulado El manejo a Máximo Rendimiento Sostenible no garantiza el bienestar económico de los pescadores artesanales explica que en caso de regenerar las pesquerías mexicanas que llevan años sobreexplotadas o al borde del colapso, las ganancias al año podrían pasar de 141 a 240 millones de dólares. Sin embargo, en regiones pesqueras de tradición como la bahía de Guaymas, Sonora o Mazatlán, Sinaloa, los obreros del mar no serían capaces de garantizar la comida, vestimenta, salud y educación de sus familias durante 12 meses.
“Lo que estamos demostrando es que, en la naturaleza, las poblaciones de estos recursos pesqueros tienen un límite biológico y cuando lo comparas con la cantidad de gente que está explotando esos recursos, ya no puedes generar más dinero de esos recursos simplemente porque hay un límite”, señala el biólogo marino Octavio Aburto, quien critica que el gobierno pasado seguía incrementando la cantidad de personas en el mar mediante subsidios, “como si fuera infinito o como si estuviese en muy buenas condiciones”.
Estrategia fallida: hace falta una política pesquera
Los especialistas consultados coinciden en que la presencia de más y más pescadores en el mar es perjudicial pues los recursos se están agotando, dependen económicamente del subsidio gubernamental y las ganancias que obtiene sin la subvención gubernamental no permite que su trabajo sea rentable, pues sale más caro salir a pescar que las ganancias obtenidas al final de la jornada. Tan solo entre entre 2006 y 2010, las embarcaciones ribereñas en el Golfo de California pasaron de 18 mil a más de 25 mil.
Cuestionado sobre la falta de alternativas económicas de los pescadores, reducidas en muchas ocasiones a los trabajos del sector turismo en las regiones costeras, el doctor Cisneros señala que sí es posible incrementar el bienestar de los pescadores, pero las políticas pesqueras no son suficientes y se necesitan estrategias de desarrollo más complejas que bajar recursos federales para que sigan pescando. No obstante, descartó que el mensaje del estudio sea desacreditar las prácticas de sustentabilidad.
“El mensaje aquí no es que la pesca sostenible no valga la pena, y que por sí misma no pueda apoyar a toda esta gente que depende de ella, el mensaje aquí es que la pesca sostenible es importante, pero no es suficiente para asegurar el bienestar humano”, indica Cisneros, doctor en manejo de recursos y estudios ambientales.
Durante el gobierno de Peña Nieto, la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) reconoció, por medio del informe Estrategia de Integración para la Conservación y el Uso Sustentable de la Biodiversidad, que la pesca debía fortalecer la investigación y la tecnología para contribuir a la protección de la biodiversidad y “contribuir al uso sustentable”. No obstante, tanto la Conapesca como el Instituto Nacional de Pesca y Acuacultura (Inapesca) han fallado en contribuir a esos objetivos.
En 2017, la Auditoría Superior de la Federación (ASF) determinó que el Inapesca no indicó cómo ayuda a fortalecer la sustentabilidad por medio de investigaciones, productos o servicios que ofrece. Por su parte, en 2014 la ASF ya había atizado a la Conapesca al señalar que no cumplió la disponibilidad de productos acuícolas y pesqueros, por medio del aumento de la producción pesquera, en el marco de prácticas sustentables.
La pesca, uno de los compromisos de AMLO
Durante su discurso en la Cámara de Diputados y en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente López Obrador mencionó que dentro de sus compromisos estaba fomentar “la actividad pesquera para mejorar la vida de las comunidades costeras y ribereñas”, además de que “los pescadores de atún y sardina recibirán un precio justo por sus productos”.
A decir del investigador Aburto, con esas palabras no se vislumbra una estrategia pesquera novedosa que contemple otras líneas de acción distintas a los apoyos y subsidios, además de que el comisionado de pesca elegido, Raúl Elenes Angulo, es un hombre cercano al sector industrial.
“Hasta ahorita no tenga registrada ninguna estrategia integral para el sector pesquero más allá de darle más pangas y motores, considerados dentro del subsidio que da el gobierno”, apunta el doctor Aburto, quien critica que dentro de las organizaciones públicas y privadas que integran el sector pesquero parecieran estar únicamente preocupados por cómo generar más dinero en la pesca, cuando los problemas de este sector van más allá del mar.
“El manejo pesquero y la pesca sostenible son importantísimos para esas comunidades costeras en México, pero el desarrollo sostenible y el bienestar humano no pueden seguir dependiendo de cuántos peces tienen en el agua”, puntualiza Cisneros.
Aunque el gobierno de AMLO todavía es muy joven, Aburto dice que al menos el discurso se ha quedado corto de acuerdo con las expectativas que se han generado. Sin embargo, señala que con estudios como este siguen demostrando que la solución no está necesariamente en el medio ambiente y la ecología, sino en el ámbito social y “el abandono de un sector al que las políticas económicas han llevado a una marginación total”.
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